lunes, septiembre 10, 2012

Nombre en la fiebre

  La fiebre te empuja al pasado, pero no te traslada allí, te hace ver la escenografía y los hologramas de algunos individuos que fueron inconclusos, que no habitaron con contundencia allí, en aquel tiempo lejano. La fiebre te trae un travelling lento por un escenario que ahora aparece vacío, evoca nombres que parecían borrados, caras que siguen siendo difusas. Esa gente del pasado que fue intrascendente y también tú para ellos, también ellos verán tu rostro una noche de fiebre y te nombrarán en ese suave delirio del cuerpo hirviendo y recordarán torpemente esta cara o esta cara en aquel pasado ambiguo y difuso. Hay una parte de nuestro pasado que no transcurrió del todo, pasó y ya, eso era todo lo que tenía que suceder, pasar de largo, pasar sin prisa. También ese pasado, no obstante, eres tú. También esos días borrosos, esas noches amontonadas como una. Esas sensaciones difusas en una calle que se recuerda llena de imprecisiones. Una calle por la que pasabas sin más, a media tarde, recién duchado, bien peinado o creyendo que ibas bien peinado, pasando sin más. Te encontrarías con esas caras que hoy, en mitad de la fiebre, han llegado incompletas, de un modo casi absurdo. Pasarías la tarde en un suave coqueteo, en un dejarse llevar sin saber que todo eso sería una imagen rara en mitad de una noche de fiebre muchos años después y que los nombres de esas tardes caerían como palabras inconexas entre sudores y escalofríos de una gripe molesta. A veces el pasado es un suave delirio febril,  o quizá eso fue todo lo que pasó antes de esto: un delirio leve, un poco inconexo. Sudores y escalofríos. Nombres en la fiebre.

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