sábado, junio 26, 2010

Hombre frente a la inmensidad

No hay entradas. No es verdad que la vida sean caminos que se abren y nosotros decidimos por cual ir. No hay direcciones. Lo que se abre es una inmensidad, no hay nada trazado de antemano. Hay una inmensidad en la noche. Todo está abierto. Bien mirado no hay norte ni sur, eso son acuerdos. De primeras ni siquiera tenemos eso. Luego, si aceptamos el juego, vamos nombrando para no sentir que la inmensidad nos devora. Esa es otra gran mentira: la inmensidad no devora, el que te devoras eres tu a ti mismo. Así que lo que tenemos es amplitud, amplitud sin límites en todas direcciones y movemos los píes sin saber, nada más, que al final sólo nos espera nuestro propio fin, lo demás no es más que nuestros pasos sobre la arena sólida de ese terreno infinito. Las opciones por lo tanto son inabarcables para la decisión. Así que el primer paso es casi aleatorio y ese sin embargo es el que decide el resto de la ruta. Primera huella, ha comenzado el resto del camino. Curiosamente después del primer paso suele aparecer la duda, el temor a la equivocación. La equivocación suele ser el temor a ella. Es ahí cuando los pasos te deciden, no tu a ellos. Asumamos quienes somos, nuestras huellas, nuestro rastro, esa ruta invisible e inexistente que somos. Sólo hay inmensidad. lo demás lo decidimos nosotros.

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