domingo, agosto 20, 2006

Salmerón

Hay una hora que dura un buen rato en verano y en la que todo pierde importancia, esa hora en la que se va escondiendo el sol como si nada y la gente sale de sus casas despues de haber estado derrotados por el sol y los excesos de la sobremesa en algún lugar del sombreado interior de las casas. Es fin de semana y en Salmerón la gente está deambulando por la calle a ritmo lento despues de haber estado viendo los toros que se ofrecen ese fin de semana único de fiestas al año. Los niños están casi enloquecidos en la plaza mientras los padres y visitantes esporádicos se beben el arsenal de Cervezas que tiene en su Quiosco "El pavarotti", conocido así no por su manera de cantar cada mañana en la ducha, sino por su tamaño, identico al del popularisimo tenor italiano. Hay ese bullicio, ese desenfado y esas risas que se acumulan en los dias de fiestas, hay una leve ebriedad colectiva y un esfuerzo desigual por pagar la siguiente ronda de cubatas y cañas. Hay de fondo, y solo si te percatas, una mujer cantando, en ese atardecer de agosto, en la plaza del pueblo con los niños como único público, pero no escuchada por nadie. Lupita Martinez viene desde México y está cantando, con mas esfuerzo que esmero, aquellas canciones que llevan una vida sonando... "Para que tu al volver no encuentres nada extraño...." acompañada no por músicos sino por uno de esos acompañamientos que tanto recuerdan a los teclados casio que teniamos de pequeños y que muchos grupos Pop ahora buscan desesperados en cualquier lugar de la casa de sus madres. Lupita entiende que cantar bien no es recorrer con cuidado y precisión las notas exactas, alcanzar el lugar donde el tono es único y preciso, Lupita sospecha que cantar bien es llegar al punto mas agudo que dé la garganta, asi aquello cueste una lesión en las cuerdas. Así que Lupita se desgañita en medio de la plaza de Salmerón tratando de que no se que Dios Azteca se entere de que ella está ahí ..."Se me olvido otra veeeeeeeez.....". Cuando abre los ojos hay un niño jugueteando que la mira entre asustado y sorprendido, se ha detenido durante un segundo el tiempo entre ella y ese niño, el bullicio sigue, exacto, lineal allí de fondo, pero ella sabe que si, que aquel niño es un prodigio, un genio, y que solo ese niño se ha percatado de la potencia y de la elevación de esa garganta sublime. Lupita lo sabe mientras el niño la mira. le sonrie, le hace una reverencia y el niño dirige de nuevo la mirada al suelo a mover un montón de arena. Lupita recoge el microfono, su microfono, ese que compró y que es su mejor tesoro por que "es perfecto para mi voz" y avisa al tecnico de sonido que ha terminado y que le devuelva el C.D. con los acompañamientos musicales. El tecnico de sonido que hace tiempo antes de empezar a trabajar con el grupo de la noche tomandose unas cervezas en el quiosco del Pavarotti pone mala cara y la acompaña, se lo da y se despiden sin ninguna euforia ni cariño. Lupita se monta en su coche, mañana tendrá que tocar, tambien a media tarde, en las fiestas de otro pueblo, de otra provincia y deja, para siempre, al desagradecido pueblo de Salmerón a sus espaldas, pero sabiendose oida por el que en algunos años, será un genio de la música. "El maestro de Salmerón" lo bautiza Lupita mientras coge el desvio de la carretera comarcal

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