lunes, marzo 08, 2021

La chaqueta de cuero

 Los años que vivimos en Venezuela mis padres conservaron en los armarios muchas prendas de invierno que habíamos traído de Vigo y  que casi nunca usamos en la década que vivimos en el trópico. Algunas chaquetas gordas, de lana, de ante o de cuero que hubieran sido de una extravagancia absurda usar en una ciudad tan caliente y húmeda. Aquellas prendas siempre estaban colgadas en los armarios de casa como un recuerdo extraño de los años previos que habíamos vivido en un clima radicalmente distinto. En Barquisimeto siempre hacía calor, a veces muchísimo calor, usar aquellas chaquetas, jerséis o abrigos hubiera sido un sinsentido absoluto. Pero allí estaban, allí seguían, quizá como una esperanza extraña de mis padres de poder usarlas si volvíamos a España. Una manera de no desprenderse del pasado o una forma de esperanza de volver algún día. Como adolescente desubicado que era en ese momento, mantenía una relación extraña con aquellas ropas. Por el tiempo transcurrido, había llegado el momento en el que me quedaban bien las chaquetas y ropas de invierno de mi hermano mayor e incluso del viejo. Chaquetas de cuero que jamás había usado, que de niño miraba como "la ropa de los mayores" y que ahora me quedaban bien por tamaño, pero sin embargo, el clima no me permitía, como me hubiera gustado, usarlas. Algunas tardes que me quedaba solo en casa, me las ponía, quizá para quitarme esa espina de vestir con "la ropa de los mayores" de mi infancia. Me iba a la habitación de mi madre, hurgaba en el armario y me ponía aquellas chaquetas de cuero, y sobre todo, una de ante, que me parecía fascinante. Afuera, el trópico se excedía en humedad y calor, pero frente al espejo del armario yo fantaseaba que iba vestido para pasear en medio de un otoño europeo. En una de las primeras fiestas que me invitaron por la noche en mi vida, y que fue allí en Barquisimeto, aproveché para usar una de aquellas chaquetas de cuero de mi viejo. Creo que me quedaba espantosa, no venía a cuento y deslucía en medio de aquella noche de quinceañeros, pero yo la usé porque de alguna manera me debía a mi mismo esa vestimenta que yo creía idónea para una noche de fiesta. 

Esos años yo estudiaba en un colegio de clase media baja, una clase media baja en la que con frecuencia se filtraba algún chico de familias con verdaderas dificultades, no sé si era clase baja, creo que sí, porque una de las cosas que me sucedió en aquel colegio es que las escalas de clase se desmoronaron. Siempre había gente más jodida o con más dificultades y cuya percepción de clase, sin embargo, no era tan abajo. Había gente, que al entrar en ese colegio, yo hubiera afirmado que era gente de clase baja y sin embargo su propia percepción no era esa, porque, en una ciudad como aquella, siempre había gente mucho más abajo y mucho más pobre, lo que dinamitaba esa idea de "medio". Yo era clase media española de finales de los ochenta, es decir, el paradigma absoluto de la clase media tal y como la entendemos o la hemos ido entendiendo estas ultimas décadas y a ratos me costaba entender o relacionarme incluso, con gente de clase media baja de la quinta ciudad de un país tercermundista. No era sólo un tema de clases, que también, sino cultural. No entendía las diversiones, las conversaciones e incluso los gustos, era ajeno a todo, puesto que no entendía nada social ni culturalmente. Digamos que durante un tiempo yo fui como aquellas prendas en los armarios de mi casa, estaban allí, colgadas, inutilizables. Pero me fui haciendo. Fui conociendo gente, fui aprendiendo del entorno y empecé a entablar algunas relaciones y con ello llegaron, también, invitaciones a fiestas. Fue en una de esas primeras fiestas que decidí llevar la chaqueta de cuero pensando, quizá, que ponérmela era un guiño a mis amigos de la infancia en Vigo, pero que no podría ser entendida (mi chaqueta de cuero) en una fiesta quinceañera de una ciudad del centro occidente de Venezuela. La chaqueta me la vestía para mi pasado no para la fiesta. Así que allí fui, aguantando la sensación de calor, pero vistiendo como un tipo "mayor". 

No recuerdo mucho de esa noche, no recuerdo si me lo pasé bien, si fue divertida, no recuerdo escenas precisas o algún momento concreto; recuerdo sensaciones difusas y mi chaqueta. Sin embargo esa fiesta me sirvió para consolidar algunas relaciones de amistad, nuevos amigos o gente con la que empezar a pasar días. Pronto surgieron otras fiesta y pronto surgió, también, mi amistad con J. J era de la ciudad, un tipo espabilado y divertido. Venia de una familia muy desestructurada. Pasaba el día en la calle, yendo de un lado al otro y al hacerse íntimo, empezó a venir muchísimo a mi casa. Durante una época J llegaba a comer en casa hasta tres y cuatro veces por semana. Pasaba la tarde conmigo y a veces no parecía querer irse nunca de mi habitación. Pasábamos la tarde haciendo música con bastante entusiasmo.  Empezamos a salir, a juntarnos con otra gente y, en cierta manera, me ayudó a vivir allí, fue una especie de guía en la sombra, el tipo que te hace hueco, el que te presenta, el que te da un lugar. Era un tipo muy carismático, muy querido en el colegio y con el que todo el mundo quería estar, lo cual  me allanó el camino y me ayudó a ser aceptado. Con J conocí a mucha gente, gente de la que me he ido olvidando del nombre, gente con la que coincidí en reuniones, fiestas o pachangas de los quince y dieciséis años. 

El otro día estuve con J, Durante el año desde que empezó la  pandemia casi no nos habíamos visto, él ahora vive en Madrid y compartimos un proyecto musical juntos, pero este año raro había hecho difícil juntarnos y mantener la música. Ahora somos tipos mayores y recordamos, cuando nos vemos, los años de colegio en Barquisimeto. Me habla de personas que ya no recuerdo, mantiene contacto con muchos compañeros de allí y me hace darme cuenta que yo pasé por aquel lugar momentáneamente, pero que sin embargo, allí, hay gente que mantiene aquellos vínculos. De repente me habló de un chico del que recuerdo ligeramente cosas: al nombrarlo, me vino su cara. Al hablarme de él sucedió algo que nunca me había pasado con J, porque en cierta manera siempre me había dado pudor hablar con él en esos términos, pero J me habló de la pobreza de aquel chico. Yo siempre me sentí en aquel colegio como el blanquito europeo, ajeno a la realidad ante el que muchos sentían el peso invisible y brutal de los privilegios. En aquellos años, sin ser del todo consciente o un pensamiento racionalizado, yo trataba de pasar desapercibido, no hablar de pobreza para no parecer que yo era ajeno, como si en cierta manera, no hablar me ayudara a ser parte de ellos y me vieran como uno más, pero muchas veces sentía que había una marca imposible, ellos inconscientemente me veían desde ahí y y yo no podía evitarlo. Entonces J me contó que aquel chico pasaba hambre, que en su casa había días que no se comía o comían solo caraotas con azúcar. Yo no sabía aquello. Nunca había intimado con aquel muchacho. Era mayor que yo, estaba uno o dos cursos por delante. Me contó que el otro día le habló de mi en un grupo que tienen. Entonces me contó la historia de "mi" chaqueta de cuero:

 J me contó que en una de aquellas fiestas que fuimos juntos, yo le dejé aquella chaqueta. Él me la había visto y le había gustado y me la pidió prestada para, esta vez, él ir con ella a una fiesta. Como si fuera un extraño y silencioso rito que iba pasando de uno a otro. Salimos juntos de casa y fuimos a casa de alguien que tampoco recuerdo ahora. En la fiesta, por lo visto, estaba aquel muchacho, que meses después se graduaría de bachiller. Según me lo iba contando me vino la imagen de J con la chaqueta, no recordé nada de aquella fiesta, ni dónde fue, ni cómo, pero sí me vino la imagen de J con la chaqueta de cuero. Meses después de aquello, y a terminar el año escolar, llegó el acto de graduación de los del último curso. Ese chico entonces llamó a J y le pidió que si le podía prestar la chaqueta de cuero que había llevado a aquella fiesta de meses atrás. J, que aún no me la había devuelto, se la dejó. Aquel chico se vistió con ella para recibir su diploma de bachiller. Yo estuve en aquel evento, recuerdo estar, recuerdo incluso pensar algo de la chaqueta, pero es todo borroso, poco concreto y esos fogonazos  que creo que son de mi memoria, podrían ser incluso inventados.  El otro día, siguió contando J, al hablar de mi en aquel grupo de mensajes que mantiene con gente de aquellos años, el chico le dijo que aún hoy, en su armario, en Barquisimeto, cuelga la chaqueta de cuero que mis padres llevaron de Vigo a Venezuela. 

No hay comentarios.:

Mi lista de blogs

Afuera