miércoles, diciembre 12, 2012

La orquesta

 Pero no es la esperanza como desgarro, es la esperanza como esa forma abrumadoramente admirable de supervivencia, como empujón inesperado, como salvación in extremis. No es una forma vacía de fe. Es un cambio de foco. Es la implantación casi espontánea de una nueva realidad. Es una bocanada de oxigeno en mitad de la asfixia. La esperanza o esa forma hermosa de locura. Y allí van, agarrados, sin saberlo, a la esperanza. Oliendo a basura y con la piel reseca. No son conscientes de su osadía, de ese enfrentamiento, que desconocen como enfrentamiento, como rebeldía; caminando hacia un abismo que han convertido en galaxia, una galaxia lejana y acompasada, un abismo que dejó de ser fiero para convertirse en cría de gatito. Ahí va la orquesta contundente, esos músicos casi imposibles, con sus instrumentos de lata y esas partituras escritas en papeles rotos. Se sientan donde pueden y ejecutan a Bach como si Bach se hubiera reinventado en medio del delirio y la locura y hubiera sonado renovado y definitivo: inmortal. Sonando con la imprecisión que da la vida, porque la vida es imprecisa. Como suena un instrumento vivo, la voz de un reencarnado, porque todo en la orquesta ha sufrido la reencarnación, sobre todo los instrumentos, esas cuerdas que a veces se deslizan por el precipicio, por un tobogán liberado. Es la orquesta total, porque en ellos, en esos músicos está comprendido el sentido total y absoluto de la música. La música previa a cualquier cosa, a las palabras. Anticipándose a la tontería y a la mediocridad. En ellos se ha salvado todo, también los descerebrados que opinan desde sus atalayas, esos vigilantes de una unificada verdad. En esos instrumentos, en esa libertad real, está la esperanza. El sonido que, al final, nos hará sobrevivir a todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La música siempre salvándonos a todos de los carceleros de la humanidad.

CL

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