lunes, diciembre 31, 2012

Biografía de grupo

 Publicaron un disco en un sello independiente de Barcelona. El sello, cuyo único interés era sacar a flote una camada de grupos desconocidos y arriesgados, se vino abajo a los pocos meses. El grupo siguió su andadura. Dejaron Barcelona, dejaron España. Viajaron a Francia, donde unos festivales itinerantes les incluyeron en su cartel. Perdidos entre toneladas de nombres, ganaron la experiencia de tocar en escenarios con sonido profesional, conocieron bandas que vivían de conciertos diarios y mal pagados, conocieron niños bien que vivían del descaro y de la desfachatez, conocieron músicos atroces, músicos terribles, músicos tremendos; tipos que vivían la música como un combate de boxeo, tipos que bebían desquiciadamente y algunos tipos que creían en la redención a través de sonoridades brutales y especiales. Se les presentó la oportunidad de viajar a sudamerica. Tocaron en lugares obscenos, se enfrentaron a situaciones complicadas, vieron violencia desde escenarios diminutos donde sonaba todo mal. Tocaron en ciudades donde su sonido era visto como la desfachatez del mundo rico. Tocaron para putas y fueron abucheados con frecuencia. Se gastaron mucho dinero, se emborracharon con mucha frecuencia, enfermaron varias veces y dos de los cuatro se sintieron devastados y exhaustos en mitad de una carretera en el norte de México, antes de cruzar a California donde viajaban con la idea de tocar en un circuito de grupos hispanohablantes. Discutieron, discutieron con dolor. Se resquebrajó la identidad y la honestidad y todos, sin excepción, se sintieron traicionados. Siguieron. Tocaron sin hablarse, cuatro, cinco, quizá seis o siete de los siguientes conciertos. Se drogaron con irrespeto. Durmieron mal. Se accidentaron en una carretera de costa. No hubo heridos, pero lloraron como si se hubieran muerto. Se abrazaron y decidieron volver a casa. Antes de volver, tocaron en un bar de latinoamericanos snobs, arquitectos e hijos de arquitectos con tendencia al ruidismo. Tocaron varias horas. Los cuatro concluyeron que ese había sido, sino el mejor concierto, sí al menos el más astral, el que le daba sentido al resto. No durmieron. Se montaron en el avión y durmieron todo el vuelo. Se despidieron en el metro.

Años después, tal como se podía predecir, lo volvieron a intentar.

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