martes, agosto 28, 2012

Artistas terribles (I)

  Retirado desde los cincuenta años, pasó los últimos años encerrado en una casa que se perdía en una de las esquinas más frondosas de la sierra. Rodeado de pinos robustos, la casa miraba a la cara norte de una de las montañas más altas, en invierno, muchos días, se quedaba aislado, sin posibilidad de comunicación. Eso era lo que había buscado y eso le fue acentuando esa lejanía social. Se convirtió en un huraño absoluto, en un huraño de libro. Su idea inicial consistía en concluir todos los proyectos ideados a lo largo de los años. No concluyó ninguno, porque según avanzaba su retiro fue sintiendo rechazo a cualquier forma de expresión anterior a su retiro. Escribió, se sabe que escribió. Se sabe que narró historias desconcertantes y complejas, historias llenas de recovecos, de estructuras laberínticas, con personajes terribles y temibles, con un lenguaje incierto, anormal, rozando la escritura ininteligible, algunas frases parecen juegos, cadáveres exquisitos sin más sentido que lo surreal. Se supon, también, que pintó. Su pintura es la pintura de lo feo, pero una fealdad provocada, el final último donde jamás se encontraría la belelza. No era el horror o el terror o el miedo, era la fealdad como negación de cualquier vestigio de placer. Su arte, en general, negaba al ser humano, porque había concluido, y eso estaba escrito en alguno de sus cuadernos, que el ser humano era despreciable de principio a fin, hasta en sus bondades era despreciable. Para él el ser humano era no sólo prescindible, sino necesariamente había que erradicarlo. Había que fulminarlo, fumigarlo. Por eso, seguramente, empezó por él. Fue encontrado en una de las habitaciones de aquella casa de campo, en el arranque de una primavera que anunciaba pocas lluvias. La casa olía a serrín y a incienso. Había algo de catedral en el ambiente. El cuerpo no presentaba un aspecto desgradable. Quizá en su suicidio encontró, por fin, el sosiego. No había nota o despedida. Pero la lectura de sus manuscritos nos tuvo meses, años, sumidos en su mundo. Un mundo hostil y tosco.

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