miércoles, septiembre 28, 2011

Bocadillo Song

 Ayer comí tarde. Realmente no comí, porque cuando lo hice ya era la hora de la merienda o de la cena en la mayoría de los países del mundo. En España se come realmente tarde comparado con el resto del mundo o al menos con todos los países que yo conozco. El caso es que comí tarde o merendé o me salí de franja. Salí de ensayar y me detuve en un lugar de esos que definen nuestra época:comida rápida que batalla por ser sana y natural. Me gustan esos sitios porque cuidan la estética del lugar, ofrecen cosas que no están mal y son tranquilos. Pedí un zumo y un bocadillo o sandwich bien preparado y muy sabroso. Esos sitios hurgan en sus productos, tratan de dar un buen bocadillo, ingenioso, rico, poco grasiento. No son bocadillos excesivos pero tampoco raquíticos. Esperé sentado con el zumo, tenía hambre pero pensaba en el ensayo, pensaba en la música que hago. Estoy realmente obsesionado con este tema. Siempre lo he estado, pero llevo meses deambulando a golpes por los conceptos, en el estilo, en las formas. Nunca he descartado el formato canción por varias cosas: no tengo un dominio musical como para plantearme otras cosas. A la canción le pasa como al cuento, son formatos de una enorme precisión, de una duración casi perfecta, tanto para contar, para desarrollar, como para escuchar. Una canción es una fracción de vida muy exacta. Creo que debe tener una relación bastante directa con la duración de los recuerdos, de como la memoria recrea. No creo que ande muy alejado el tiempo que recordamos una situación, un momento, con el de la duración de una canción, pero no estoy muy seguro o muy satisfecho como abordo o me muevo, incluyo a mi grupo, en el espacio de la canción, tampoco estoy muy de acuerdo en como la pereza o la facilidad o comodidad se apoderan cuando afronto o mi grupo afronta eso, la canción, cualquier canción, todas las canciones. En eso andaba, porque en eso ando a menudo y cada vez con más frecuencia, cuando el tipo que me atendió me acercó el plato con el bocadillo. Me aparté de las reflexiones y mordí el pan. Me vino una bocanada inmediata, sabrosa, ligera, fresca, contundente. El bocadillo estaba buenísimo. Recuerdo la salsa que empapaba el pan: yogur y pepino bien triturado, con algo de orégano, el justo para no saber a orégano, que es el gran problema del orégano. Había unas pocas rodajas de tomate y algo de atún que se mezclaba con enorme exactitud con los otros ingredientes. Nada sobresaltaba, todo iba acomodado como parte total del bocadillo. No era un bocadillo de esos que saben mucho a uno de los ingredientes y los demás se pierden por ahí, entre la miga del pan o de esos otros que la salsa se termina volviendo un incordio. Todo en ese bocadillo era justo y convivía con el resto como si el bocadillo fuera de todo, como si al pedirlo, al hacerlo, todo lo que llevara ese bocadillo fueran un sólo ingrediente, ninguno independiente. Lo mordí varias veces pausado, disfrutándolo. Es tan placentera la comida cuando es placentera, se disfruta de un instante amable porque las sensaciones suceden rotundamente a raíz de un solo sentido pero cohabitando con los otros. En la comida se disfruta del sabor, pero por supuesto del olor, por supuesto del tacto, la vista anticipa y escuchas el crujir, los mordiscos. Hay un instante de hipnosis cuando se come algo agradable, todo esta concentrado y expandiéndose de adentro hacia afuera. Mordí, mastiqué con deleite, los cuatro o cinco minutos que duró el proceso. No era un bocadillo muy grande. Lo justo para ser engullido en poco tiempo. Lo terminé, sorbí el zumo y me limpié con la servilleta. Había terminado. Eso, así, exactamente, debería ser una canción. Detrás de eso ando.

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