martes, octubre 29, 2013

El otro

 En aquellos no fui consciente de lo realmente afectada que ella se había quedado tras el divorcio y de mi grado de involucración en todos sus sentimientos; el modo en el que ella había asumido aquella realidad que, sin ser evidente, la superó. Al principio me contaba como había sido el largo proceso de deterioro de su relación, el aumento constante de la distancia, la incomunicación como realidad aplastante en sus vidas. Jamás hubo conflicto violento, lo que hubo fue desprendimientos terrestres, cada uno de los dos se separaba del otro, como los continentes que alguna vez estuvieron pegados, navegando hacia el vacío, reordenando los mapas de la tierra. Un buen día ella hizo las maletas, le dio un abrazo, encendió su coche y condujo dos o tres estados más allá. Durante algunos meses deambuló, cambió varias veces de forma de vida y de planes de futuro. Al tiempo, nos vimos en una ciudad desconocida para los dos, ella venía de recorrer media Europa y quedamos en el norte. Me habló de Miguel, un español aventurero que había conocido en la frontera de Portugal y que vivía en mi ciudad. Con voz rotunda y sin atisbos de duda me dijo que había decidido apostar e irse a vivir con él. Yo me alegré, inexplicablemente, impredeciblemente, después de años tan alejados, seríamos casi vecinos, como lo fuimos en la infancia. Quince días después llegó a la ciudad, me puso un mensaje:"ya vivo aquí". Algunos días después quedamos en un café del centro, me iba a presentar a Miguel. Cuando llegué, ellos ya estaban sentados en una mesa, en todo el bar no había nadie más. Él ya bebía algo, ella esperaba por mi, quizá ahí ya debí sospechar, pero no sospeché. Hablamos de algunas películas, de alguna música, hablamos de la infancia. Él parecía un tipo amable, pero me desconcertaba que desconocía el mundo. Es decir, había viajado, era culto, había vivido fuera, había estudiado en otros países, pero de cada cosa que hablábamos, de cualquier cosa, hacía preguntas como el que lo escucha por primera vez. La realidad, toda la realidad universal, parecía una tierra incógnita para él. Al rato se levantó, se acercó a la barra donde la camarera pasaba las horas en el café vacío, pidió algo para él. Afuera llovía. Los siguientes meses nos vimos con frecuencia. El plan, generalmente, era ese o muy parecido. ¿Pero quién puede sospecharlo? Al cabo de las semanas ella me llamó, me contó que se iban de viaje a Estados Unidos, que había hablado con su ex, que habían quedado, que le presentaría a Miguel, que se sentía bien por el modo en que las cosas se había ido canalizando en su vida. No la volví a ver durante años. A los meses, Miguel me telefoneó: Estaba en la ciudad, quería verme. Le pregunté por ella:"Ya no me contesta ni los mails, ¿está todo bien? ¿ha pasado algo?" Él me contestó que las cosas habían terminado abruptamente y que ella había desaparecido. Quedamos en el café donde le había conocido, cuando llegué él ya estaba, bebía algo como aquella primera vez. Me dijo que ella le dijo en mitad de Estados Unidos "en una carretera de mierda", que se iba, que aquello era un sin sentido. "Me dejó ahí parado, se subió a un autobús y desapareció en la inmensidad. Me sentí invisible. Como si yo fuera nada. Le abracé porque le vi débil, frágil. En cierta manera daba la sensación de estar haciéndose transparente. Ella era mi amiga, mi vínculo a él, sin embargo me sentí de su parte. Más desde que ella no daba señales de vida, no contestaba mails, no se había vuelto a comunicar. Quedamos en vernos con más frecuencia. Cuando fui a pagar, la camarera sólo me cobró mi cerveza; pensé que él, en una de sus visitas al baño, había pagado sus whiskys. Nos despedimos en la puerta. No supe más de él. En cierta manera con ella me sentía dolido. Tiempo después, quizá un año, quizá año y medio, ella me llamó por teléfono. AL principio reconozco que hablé algo arisco, estaba molesto por como se habían sucedido las cosas, por su silencio, por aquella aparición casi desgarradora de Miguel, triste, dolorosa, cruel.

.-  Vi a Miguel. No estaba bien. Me contó como te fuiste en mitad de una autopista, sin muchas explicaciones.

.- No es exactamente así lo que pasó. Vi a mi ex, llevé a Miguel a esa cita.

.- Sí, antes de irte me contaste que lo harías.

.- Nos citamos con mi ex en un café en San Antonio. Cuando llegamos le presenté a Miguel y ni le miró. Obviamente me empecé a sentir muy incómoda. Cuando llego el camarero no le dieron una carta, como si el planeta entero me recriminara estar con Miguel. Mi ex actuó como si Miguel fuera invisible. No podía entender, porque tampoco cuadra con su forma de ser actuar así. Le dije que estaba bien con Miguel. Me miró como el que mira un abismo, como el que ve un hueco infinito a la nada. Tardó en hablar, Miguel miraba para otro lado, como si nada de aquello le afectara, tan ajeno a lo real como estuvo siempre. Mi ex tardó en hablar, lo intentaba, pero algo le bloqueaba las palabras. Luego me miró y me dijo:"Todo esto no está bien, ¿lo sabes? Esto no tiene sentido". Le contesté que lo habíamos hablado y que me dijo que tenía ganas de conocer a Miguel y que pensé que todo iba a ir mejor. Habló con el tono de voz más alto que le he oido nunca. Siempre hablaba casi en el susurro y subió el tono de voz a un tono normal, lo que en su caso daba la impresión de grito: "¿No entiendes que no hay Miguel? ¿No ves de verdad que a tu lado no hay nadie? ¿No ves de verdad que te lo has inventado?" y se puso a llorar suavemente, como el que observa una verdad inamovible y trágica. No entendí hasta que miré a un lado y Miguel no estaba. No había Miguel.

.-Creo que no te entiendo.

.- Miguel no existe. Fue una fuga mental. Una figura post traumática. Creada en la soledad de mi separación. No existe.

.- Pero yo le vi, él me contó. YO estuve con él en ese café donde me le presentaste. Bebía, se pagó su Whisky, me pagué mis cervezas. Le vi irse, así, con ese caminar tan ajeno a lo real.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Brutal. En realidad, el tipo nunca existió. Realmente genial!

CL

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