domingo, diciembre 05, 2021

El baile en la calle y el viaje

  Hay momentos fronterizos en las relaciones familiares. No son momentos reveladores o epifánicos. No son momentos iluminados, pero son momentos que dan un vuelco en el equilibrio interno de los núcleos familiares. Son huellas que luego se deben rastrear para entender porque al final, muchos años después las cosas llegan a un lugar preciso. Quizá ahí, en las puertas de un ministerio del centro de Caracas, el nucleo familiar de N, estaba traspasando una frontera invisible que convendría rastrear en el futuro. ¿Cómo en un traslado tan importante como al que se estaban enfrentando, los adultos no habían previsto cosas fundamentales como la resolución del papel de residencia? ¿Cómo una familia dejaba todo en manos de la estructural corrupción burocrática latinoamericana para la resolución legal  de la residencia de unos menores? Quizá la frontera está ahí, no en otro punto. El caso es que la mañana se acerca al mediodía y están caminando de nuevo hacia la estación de metro de El Capitol. El bullicio y frenesí parece haberse apaciguado ligeramente, como si la venta ambulante y el movimiento urbano sintiera un leve descenso de locura llegando al mediodía. Pasan de nuevo cerca de los vendedores de Casettes, se vuelven a mezclar melodías y ritmos, armonías imposibles, frases desperdigadas sobre la música mezclada, de las que emerge con intensidad especial quiero odiarte hasta la muerte, pero odiarte es amarte, cada día, más y más. Marejada fue tu amor sobre mi almohada...Sería la primera vez que N y su hermano escucharían ese estribillo obsesivo, que parecía el hit de esa navidad o quizá era un éxito atemporal. Unos metros más allá, una pareja baila al ritmo de la pieza, la chica vende zumos y el muchacho es el vendedor de bolsos del puesto de al lado. Compañeros de zona comercial ambulante se dejan arrasar por la euforia festiva en el final del mañana en una calle del centro de Caracas y N y su hermano observan la escena como el que comprende que el mundo, definitivamente, está compuesto de un movimiento material y orgánico indescifrable, sólo al alcance de mentes de laboratorio. Porque en ese instante, los dos hermanos, desearían, y no son del todo conscientes, saber bailar ese ritmo frenético y ponerse a bailar ellos también para ser parte de esa realidad para siempre. Para obtener la residencia, pero no la del papel, la sellada por las autoridades competentes, sino la residencia física, muscular, sanguínea. Caracas les resulta la posibilidad de un mundo utópico. 

Siguen andando hacia el metro. Los padres deciden que el viaje lo emprenden en dos días. Van tratando de trazar un plan, una ruta y una logística. El padrastro conoce a dos personas en el país: la persona que le ha ofrecido el trabajo, y el mejor amigo de este que vive en la ciudad que hace frontera con Cúcuta. Así que el plan parece accesible, sencillo e incluso apetecible. En dos días el núcleo partirá antes del amanecer a San Cristobal. N y su hermano se sienten motivados ante el viaje, ante la posibilidad de cruzar la frontera con Colombia y embarcarse en un largo viaje por carretera que les permita adentrase en su nuevo país. 

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