miércoles, febrero 10, 2021

La bala

 Soñé que me disparaban. Estaba de vacaciones en un pueblo de paisaje árido, muy caluroso. Unos tipos, sin saberse porqué, comienzan a disparar con armas muy evolucionadas contra todos los habitantes de ese lejano pueblo. La gente corre y grita. La sensación de pánico es demencial. Me dan de lleno y caigo sobre la arena. Despierto de golpe y durante unos segundos, el despertar, este lado de lo real, me parece el más allá. He muerto en algún lugar y despierto siendo yo, aquí, ahora. No asumo el sueño, asumo dos realidades y en una he sido asesinado en un tiroteo bestial. Aún siento, en la parte alta del abdomen, el tiro que me ha hecho despertar aquí. He muerto y he despertado a la vez. Allí ya no existo, aquí despierto, pero no lo asumo como un despertar, lo asumo como un pasar a otro "allá". Recuerdo mi vida, mis hijas, mi trabajo, mi casa, recuerdo mis recuerdos y todo, durante segundos, me parece inventado. Se suceden miles de pensamientos, se amontonan recuerdos. Fuera llueve, es una madrugada de enero. Mi vida, esta vida, desde donde escribo esto, de repente, me parece un invento o algo nuevo, creado de golpe. Durante esos segundos, para mi, lo real, es aquel pueblo donde he sido asesinado bajo un calor terrible. El abdomen me duele, he notado como traspasaba la bala los musculos. Es un dolor nuevo, nunca había escuchado o leido como es el dolor de una bala, y de repente lo noto: escuece. Miro a mi esposa, está dormida, pienso si quizá, ella ahora, también esta allí, en aquel pueblo temible. Pero no, su rostro parece relajado, sus cara no muestra musculos tensos. No sé porque he soñado eso: no he vivido, por fortuna, escenas de ese tipo en mi vida. El que las ha vivido, sospecho, es el de allí, el soñado. Me pongo en pié. Entonces mi casa ya es mi casa y todo lo del sueño ya lo asumo como sueño. Camino hasta la cocina para beber agua y bajar las pulsaciones. En el dolor en el abdomen sigue, no cesa, sigue escociendo la bala. Aún, cada pocos segundos, vuelve el pánico, las carreras desquiaciadas por las calles de ese pueblo lejano, seguramente inexistente. Durante unos segundos pienso en revisar al dia siguiente con esmero las noticias tanto nacionales e internacionales, descubrir si he conectado en sueños con una realidad del mundo. No creo en esas cosas, pero aún pienso bajo la agitación. Bebo agua. Vuelvo a la cama. Tardo en quedarme dormido: no quiero volver allí, no quiero volver a ser el otro, desparramado en el suelo de arena en aquel pueblo caluroso y lejano.

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