martes, agosto 16, 2022

En el tiempo fragmentado

 Esta mañana el mar ha cambiado de ritmo de golpe. Las cosas de las mareas supongo. No entiendo de mareas, no entiendo de casi nada. Soy un ser fragmentado, un ser de mi tiempo. Fugaz en todo. Nuestra existencia está hecha a trozos, como el tiempo, como el consumo. El consumo no tiene una línea narrativa, son también fragmentos de cosas que vamos adquiriendo pero que no completan nada. No extraño un pasado idílico que no existió, pero lo cierto es que esta existencia no tiene continuidad más que la del salto de día a día. Trabajamos en cosas raras, mi trabajo no se podría contar a un ciudadano de hace poco más de medio siglo y no será explicable a un ciudadano de dentro de tres décadas. Entonces mi vida laboral, como la de tantos, es una anomalía temporal. Todo cambiará como la marea de esta mañana, que el mar , de repente, ha cambiado de dirección y de velocidad. Había un pequeño barco cogiendo coquinas cerca de la orilla y al rato se ha ido. Por la orilla de la playa pasaban deportistas amateurs a ritmos desiguales. Qué mirada extraña llevan esos corredores y marchadores que están de vacaciones. Buscando la salud y una buena figura miran al frente sin mirar, no observan el camino, buscan algo a lo lejos, en un lugar que no está allí. Suena la corriente en esas pequeñas olas que rompen en la orilla. Una mujer nórdica hace una Postura de yoga con buena técnica o al menos esa es mi sensación. El barco que pescaba coquinas ya no está. La humedad se mantiene, es una humedad densa. Estamos de vacaciones, otra forma más de fragmento en ese tiempo fragmentado. El año pasado también estuve aquí una mañana y también sentí el fragmento. También había humedad y deportistas amateurs pasando por la orilla de la playa. Pasaban barcos y había humedad. Sin embargo ese tiempo me viene como un fragmento roto. Somos como esos collages que se ven en obras o en portadas. Recortes pegados en un folio. El folio es el tiempo o el espacio que vamos habitando. Ha sonado algo: Detesto las motos de agua. Son el reflejo perfecto del tiempo que habitamos. Ayer al atardecer unos chicos pasaban cerca de donde estábamos haciendo ese ruido molesto. ¿Qué buscan con esas motos? ¿Qué ocio, qué diversión, qué gracia hay en esos paseos sobre el agua hacia la nada? Un fragmento de ruido que se pierde y lo Contamina todo. La velocidad, todo se explica en la velocidad. Nos seduce tanto la velocidad que hemos olvidado ir más despacio o frenar. La velocidad lo explica todo. También a esos motoristas acuáticos. Rompemos algo cuando vamos rápido, hay algo antropológico que nos supera más allá de entender el presente. Hay un ser milenario en esa moto de agua que experimenta algo que nos embrutece y nos posee. Olvidamos todo en la velocidad y es esa velocidad la que nos va fragmentando. La mujer que hace yoga sin embargo está estática pero también experimenta una velocidad. La mujer nórdica es un fragmento de un fragmento y ya nadie podrá reconstruir el puzzle. No estoy pesimista ni triste. Más bien al contrario, hoy vi la posibilidad de que nuestros fragmentos nos hayan llevado a un punto extraño donde haya que rehacerlo todo. No es descabellado. No es descabellado que estos fragmentos estén llegando a un punto necesario de hacer algo, no sé muy bien el qué ,con ellos. Los fragmentos de nuestra existencia que se rompe por la Pura velocidad o por el placer de experimentarla nos ha traído aquí, a un punto indescifrable de la historia de la especie. La era del ser objeto o del ser consumo. No somos alguien: somos cosas.

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