miércoles, enero 20, 2021

Hacer letras

 No aspiraba a ser escritor profesional. De hecho le parecía que ser escritor profesional era una especie de aberración. "La literatura debería ser, siempre amateur" escribió en uno de sus diarios. Era escritor, o hacia escritura. Que para él no era lo mismo. No es lo mismo, tampoco, ser músico que hacer música. En su opinión, o a su gusto, era mejor, siempre, la segunda opción: hacer algo, no serlo. Porque él no quería ser. No era un actitud arrogante, más bien al contrario. Quizá expresado así podría sonar duro, arrogante o falsamente excéntrico, pero era cierto: no quería  ser escritor, no le interesaba nada de aquello. Le gustaba escribir. "Escribir tiene una parte física apasionante". No entraba en palabras grandilocuentes: liberador, hipnótico, sensual. No, escribir era fisicamente estimulante. Quizá porque en su caso había una especie de exorcismo, cuando escribía, durante un rato, él no era él. No es que tuviese mala relación consigo mismo, pero salirse, colocarse en otro lado, le resultaba fisicamente agradable, como si su cuerpo también se moviera. El hecho de que escribir conlleve un proceso mental de salir de la narración habitual que tenemos con nosotros mismos, le hacía que no sólo mentalmente sucediera el exorcismo, también su cuerpo experimentaba una traslación, se movía a otro lado. Algunos músculos, pensaba, se volvían los músculos de otro. Los dedos se hacían hábiles en el teclado. Marcaba letras a buen ritmo. A él, de la literatura, era eso que lo interesaba. 

 Él no entraba en valoraciones. La calidad de sus textos no le interesaba del todo. Tampoco entraba del todo en si le interesaba ser leído. ¿Quién pretende ser leído en este momento de la humanidad? Es de una ambición desmesurada, decía. Un mundo donde suceden tantas millones de cosas por segundo, cosas de calidad discutible, es imposible que haga de un ser humano cualquiera un posible lector de sus textos. Había llegado al punto de ni siquiera opinar del mundo que habitaba. ¿Quién puede opinar? ¿Quién se ve capaz? Escribía sobre cosas que no entendía, no de actualidad. No era ajeno a los caminos que había tomado la realidad, pero se veía incapaz de opinar. Tomaba partido, claro, pero desde el plano real. Escribir de actualidad requería de una habilidad para la que no estaba dotado y escribir desde el compromiso de una inteligencia que tampoco poseía. ¿De qué escribía? No lo sabía. En general de algo que la realidad escondía. No existe ficción, existe una realidad que no se ve y en cierta manera pensaba que esa realidad no atrapada podría ayudar a movilizarle hacia otra realidad. Dotar la vida de la posibilidad de otra realidad podría ayudarnos a vivir con cierta esperanza. Al menos la posibilidad de esa realidad a él le ayudaba a entender la suya, la que vivía, pero también a vivirla. De hecho eso es lo único que le interesaba de hacer escritura: educarse y ordenar, en cierto modo, sus pensamientos. 

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