miércoles, diciembre 16, 2020

Movimientos sísmicos

  Yo fui a esa fiesta porque sabía que estaba ella, porque en esa época se es algo mas que enamoradizo. No es que te guste alguien, te posee una locura transitoria, una sensación extraterrenal que te hace llegar una forma casi inapreciable, pero profunda de delirio. Yo a estas alturas no sé decir si aquello era amor, atracción, locura o desequilibrio La atracción se vuelve algo desorbitado, un estado de posesión. Da igual, era un chico de diecisiete años, viviendo en un país tropical, en una ciudad de interior a la que no terminaba de acostumbrarme y aquella chica me colocó en un estado distinto. Durante años he pensado que esa es la primera vez que me había enamorado de verdad. Lo anterior no había llegado nunca a ese nivel, a esa intensidad. Pero no era una atracción cursi o azucarada, que también, lo que me sucedía en aquella época, con aquella chica aún hoy me cuesta explicarlo. Usaba un perfume, que alguna vez, cuando he notado un olor parecido, todavía me arrasa. Había un estado de irrealidad muy potenciado por el olor de aquel perfume. Había más cosas, claro. Sucedió durante dos o tres meses. Nunca llegamos a tener una relación como tal, hubo algo poco claro, poco evidente y medio abstracto. Nos besamos un par de veces, nos vimos mucho, pero no cuajó. El caso es que aquella fiesta sucedió los primeros días, cuando mi cuerpo experimentaba unos procesos químicos desbordantes cada vez que la veía. Aparecí allí, entre desbordado, triste, feliz, melancólico y enérgico. ¿Qué coño pasa en el cuerpo cuando estás en ese estado? Entré, el ambiente era bueno, música, alcohol, marihuana. La vi y comencé en ese juego paranoico de querer acercarte, sentirte apresurado, pensar que ella esta queriendo que te acerques y un segundo después pensar que ni siquiera se ha dado cuenta de que estás. A día de hoy, con la perspectiva de los años y alejándome de la irracionalidad del momento, sé que ella esperaba, sé que ella estaba igual que yo y que si nunca tuvimos una relación fue precisamente por mi estado de duda e inseguridad, pero eran años raros para mi, eso lo sé ahora. Rato después ya estábamos hablando, recuerdo salir a la terraza que daba a una plaza que había en el centro de la ciudad. Las calles estaban vacías, porque allí la ciudad a una hora precisa se queda vacía, semi inhabitada. Estuvimos horas en la terraza, hablando. No sé de qué. ¿De qué hablaba en esa época? ¿Qué conversaciones teníamos antes, cuando todavía no eras el tipo que eres ahora? Pero hablábamos y yo olía aquel perfume y me instalaba permanente en una irrealidad en la que me quedé metido los siguientes dos o tres meses. Creo que sentía una sensación parecida a la explosión y a la fragilidad. Llegaba la madrugada, la fiesta agonizaba con gente ebria que se iba yendo. Da igual, toda aquella gente eran ecos, voces lejanas y salvo los dos chicos que compartían aquel apartamento, que se fueron a dormir, la fiesta se quedó vacía y nos quedamos los dos solos. Ojalá tener el poder de detener el tiempo. Eso creo que es lo que pasa, que quieres parar el tiempo. En realidad todo es más sencillo de entender, el mundo empieza a parecerte un lugar inhóspito y esa atracción se parece bastante a la droga, te saca de ahí. Yo tenía una relación deterioradísima con mi padrastro, la ciudad se me hacía dura, un lugar al que no pertenecía, todo era ajeno, o más aún, era un tipo que había perdido el lugar. Ella me entregaba uno, raro, hipnótico, donde olía a perfume. Amanecía, ella me hablaba de su novio. Eso ya lo sabía, pero yo manejaba la esperanza de tumbar ese muro. 

La luz del día aparecía, empezábamos a estar agotados y buscamos un lugar para tumbarnos. La casa estaba medio vacía, no tenía casi muebles, un par de camas, un sofá medio destrozado y un colchón en el que nos tumbamos. Al principio seguimos hablando, pero ella iba cerrando los ojos. Era casi media mañana, entraba calor, el sueño es difícil de dominar. En un momento, no sé cómo, ni recuerdo la secuencia, pero estábamos con las caras frente a frente, ella con los ojos cerrados. Empecé a dudar: ¿está dormida? ¿Se hace la dormida? Yo notaba su boca pegada, su aliento que me resultaba glorioso, me llegaba así, en bocanadas alucinantes, aún ondeaba el perfume, ¡qué estado de locura! Ni siquiera creo que pueda hablar de excitación, ni siquiera había un tema sexual, que también, claro, silente y distinto, pero realmente lo que había era un estado de absoluta irrealidad, creo que nunca he estado drogado en mi vida, sin drogarme. Entonces comenzó una escena enloquecida, seguramente un estado de paranoia absoluta. ¿Estaba aquella boca esperando mi boca? ¿Estaba despierta esperando un beso? ¿Estaba ella en ese estado de locura? Me iba acercando, lentísimamente, en mi vida he sido tan pausado. Me acercaba como se van alejando los continentes, inapreciablemente. Avanzaba distancias absurdas, cada milímetro era un viaje de horas. ¿Esperaba ella? ¿Había suspirado más fuerte porque se preparaba para el beso, porque sentía el pecho como lo sentía yo: al borde de la erupción? ¿Soñaba, era ajena a todo que sucedía en mi cabeza, no percibía mi recorrido titánico, dormía de verdad? Entonces el pensamiento negativo de repente ganaba y me iba hacia atrás. ¡Estás loco! me decía. ¡Está dormida! ¿Dónde vas? y todos aquellos milímetros ganados frente a su cara los deshacía en décimas de segundo para volver a empezar: ¿está esperándome ahí a tan solo seis centímetros de mi? ¿y si está esperando y tú no actúas? ¿y si ella está igual que tu? ¡Vamos! Muéstrale que tú estás igual. Sus labios muy levemente abiertos parecían decir que sí, que no te asustaras, que estaba ahí, que igual ella también dudaba, que igual ella estaba pensando: ¿Por qué no viene si estoy aquí, con mi boca dispuesta? Y entones de nuevo el avance, como un ejercito torpe en territorio ajeno. Milímetro a milímetro. Avanzando entre preguntas. Ya casi, ya casi se siente la comisura de sus labios, el aliento memorable, el perfume aquel. Ya casi ahí, rozando los labios. Los llegué a rozar, los sentí y en un acto del que 27 años después aún me arrepiento, me fui para atrás, desistí: Está dormida. Pensé de golpe. Y me giré. Miré un rato al techo y me quedé dormido. 

Nunca he sentido que volvería a hacer las cosas de otra manera en mi vida. La vida es la que es: en eso soy bastante pragmático. De la única cosa que me he arrepentido en mi vida es de ese acto tonto, post adolescente sin demasiada importancia. Ella estaba esperando el beso: ella también notó mis labios en sus labios. Los dos o tres meses siguientes con esa chica se movieron en ese terreno de irrealidad. Creo que ella nunca se imaginó todo esto. 

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