lunes, enero 08, 2018

Autobiografía

Me metí en el despacho (aunque en realidad no tengo despacho) y me senté a escribir (en realidad no soy escritor). Estaba decidido a abordar mi autobiografía, a escribir mi vida, pero lo cierto es que ni siquiera sabía qué era mi vida. Entonces tecleé a ritmo constante. La manera en que tecleaba se asemejaba más a llevar un ritmo que a escribir. Se podría decir que no estaba escribiendo mi autobiografía, la estaba tocando. En realidad no me interesaba mi vida, mi propia visión de mi propia vida. A quién le puede interesar la propia visión de la propia vida de alguien. Así que como todo autobiografista me interesé por la vida no mia, sino de la invención en la que convertimos nuestras propias vidas. Entonces tecleé a buen ritmo para abrir las habitaciones donde habitan esos personajes inventados que habitan la invención de mi vida. Fue a ellos a quienes les pregunté sobre mi autobiografía. ¡Contadme! Les supliqué. Casi todos permanecieron callados al principio. Alguno sonrió burlonamente, otro tosió, como tosemos cuando queremos obviar un compromiso. Ninguno de aquellos seres se animó y lo intenté por segunda vez: ¡Contadme! ¿Qué es mi vida? No hubo reacción. Los seres imaginarios no querían escribir mi autobiografía porque en cierta manera era desvelar su identidad invisible. Me indignó su cobardía y entonces descubrí la mía. Temian implicarse, temian meter la pata, temian consecuencias, temian el conflicto. ¡Hablad, maldita sea! Alguno volvió a toser, alguno se giró renunciando definitivamente a hablar y en alguno vi indicios de empezar a hacerlo. Seguí sin escuchar nada. Supe entonces que tenían miedo a parecer ignorantes, a no saberse expresar. Tenian miedos. Los personajes inventados de mi propia autobiografia no hablaban, no se animaban a dictarme mi propia vida porque no querían revelar o descubrir. Como si ese entramado que formabamos ellos y yo se desvaneciera en el momento en el que nos contaramos quienes eramos. ¡Hablad! Grité. ¡Hablad! existís porque yo os he creado. ¡Hablad! Y alguno dio un paso adelante. Supe que vendrían ya las grandes reveleaciones. Arrancaba así mi autobiografía.

1 comentario:

cayoyin dijo...

Tu vida es hermosa desde siempre.

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