domingo, febrero 22, 2015

La convulsión

La convulsión, la arcada, la nausea. Eso me parece este momento histórico. Es curioso, porque cuando era más joven, era incapaz de ver el asco sin sentirme inmiscuido en él. Ahora no. L edad te hace cínico, lo cual creo que no es buena noticia. Creo que he tomado conciencia o quizá me he manipulado a mi mismo para ver el mundo desde un punto de vista que, hoy, me parece atroz. Entre otras cosas se me ha caído el mito de la democracia. Digamos que conocía sus carencias o las carencias en el modo que estaba aplicado en los países que he vivido, pero en esa transformación mental o automanipulación (uno no debe creer mucho en lo que uno piensa, en general también eso está absolutamente intoxicado) lo que percibo hoy es que no existe, no hay democracia. Hay una violentísima, por silenciosa, por disimulada, lucha de clases. Hay una ausencia absoluta de diversidad. Nadie acepta lo mínimamente opuesto y ridiculizamos y llevamos al insulto y al asco lo que es opuesto. Todo se mueve en el terreno de lo autoimpuesto y habitamos en barricadas nada definidas, en una guerra que no lleva a nada, porque en verdad nuestro bando no existe. Lo veo hoy aquí, en España, lo veo en Venezuela, donde viví. Allí quizá sea más extremo. Me pasa con lo de allí que aborrezco a los dos bandos definidos. A la justificación de unos y otros, a las mentiras que se cuentan para afianzarse en su odio y legitimizar su rencor y su rabia. A estas alturas poco puede quedar de una fe revolucionaria. Llevan demasiados años como para creer que exista una transformación, y sus discursos vacíos y sin fondo, llenos de lugares comunes y de vaciedades, que por otro lado conllevan siempre un fondo de violencia hacen que del chavismo no me crea nada; pero un sentimiento muy parecido me despiertan los otros. No me creo nada de lo que dicen. Todo en ellos es desprecio y sus frases están repletas de lo que tanto critican de los otros. No voy a poner ejemplos, este blog me lo escribo para mi y con seguridad nadie me lea, no tengo que argumentar. Llevo años pensando sobre Venezuela. Unos desquiciados por una indigestión bestial de poder, otros resentidos y malcriados que jamás aceptaron nada y ni se pararon medio segundo a tratar de entender. En mi timeline de Facebook, se suceden frases violentas contra el gobierno, hastiadas, desquiciadas, pero generalmente llenas de contradicciones entre lo que exponen en esos ataques violentísemos y las vidas que poco después muestran. Soy un ignorante, trato de entender, pero nunca entiendo nada. Venezuela agoniza y está lejos de ser una democracia, pero la salud de la democracia no se mide sólo por lo institucional. En general lo que leo de los que critican, que sus razones tendrán, no lo dudo muy sanas, sean posiciones democráticas. No existe democracia en ninguno de los lados: directamente en Venezuela no se acepta y se odia al otro. No hay posibilidad de un acuerdo. Hace años leí una definición de democracia que me pareció la más acertada que había leído: Democracia es ese acuerdo donde todo el mundo queda moderadamente disgustado. No veo a nadie dispuesto a quedar moderadamente disgustado. Simplemente unos y otros quieren la extinción del opuesto.

 Aquí la cosa no respira mucho más sana. El auge de Podemos está desenmascarando lo que llevaba oculto años. El bipartidismo se había asumido, casi ya nos lo comíamos sin masticar, como si nos hubiéramos intoxicado de esa especie de virus que aletarga: el bipartidismo como mecanismo sano y limpio después de cuarenta años de dictadura. Casi no cabía la duda. Había hartazgo, pero no había surgido el asco. La cadencia del paso de los años en la entrada del siglo empezó a sacar un olor pestilente a las calles y el asco apareció, y cuando el asco aparece cada uno reacciona como buenamente puede. El asco genera reacción y aquí estamos. Las carencias huelen mal. No hay democracia. Hay un teatrito, y no hay más que ver los programas de tertulias para ver en qué calidad de show andamos metidos.  Volvemos a la capacidad de disgusto para un acuerdo de convivencia y ciertamente, aquí nadie tiene ganas de convivir si las cosas no son como uno piensa. El como cada uno se apodera del concepto de la sensatez y de la ecuanimidad: el infierno son los otros. Se están montando las barricadas, se hace difícil dialogar. Damos por sentado lo que piensa el otro y todo se dispara. No hay hueco para lo otro, porque el infierno son los otros. Pero más allá de lo ideológico, que en mi caso, siendo tan difuso siempre, tiene algunas cosas bien claras: no soporto el uso del terror. No lo soporto, me genera exactamente la reacción contraria. No soy rencoroso y no soy violento, soy iracundo y me enfurezco, pero no soy violento, sin embargo este uso del terror y del pánico, me genera una especie de rabia, es un sentimiento reaccionario. Si me metes miedo me hago más temerario. Miedo me da salir a correr por las noches y ver los contenedores llenos de gente buscando comida. Miedo me da recordar los turnos de las enfermeras que me cuidaron durante cincuenta días en un hospital repleto de gente. Recuerdo aquel encierro con tanta frecuencia. Una de las habitaciones en las que estuve daba a la ciudad deportiva del Real Madrid, cuando aún no se había convertido en cuatro torres mastodónticas, fue el verano que el equipo  entranaba por última vez allí, después de la venta salvaje de los terrenos donde después se construyeron esas cuatro torres raras, bastante incompresibles, ahí alzadas, como si se hubieran equivocado de sitio. Desde el hospital se veía entrenar a los famosos jugadores, sobre ese césped verde recién regado, corriendo ajenos al exterminio. Una de las noches, como muchas otras, hablé con las enfermeras, les pregunte por turnos, por horarios, por sueldos, creo que yo, con 27 años en ese momento ganaba más que ellas. No recuerdo la cifra exacta, pero recuerdo que la mañana siguiente el Madrid fichó a David Beckham por algo así como 24 millones de euros y un sueldo que soy incapaz de recordar. Hay tipos inteligentísimos que son capaces de argumentar y defender porque esto sucede, leyes de mercado, dinero que generan y tal: a mi, directamente, me da bastante igual la capa de argumentos que hay detrás de eso. Lo que produce intangiblemente cada una de esas enfermeras, jamás lo producirá David Beckham arrastrando un balón por el césped de un estadio. Y poco espero de un mundo que aplaude, celebra, comprende, justifica e incluso espera que esto sea así por siempre.  No puedo explicarlo con sustancia y cabe la posibilidad de que esto suene terriblemente demagogo y vacío o qué cojones sé yo y en mi mundo ideal todo el mundo tendría mucho menos y sería caos y un mundo insostenible: eso siempre me dicen esos lumbreras y brillantes cerebros que justifican el delirio. Pánico da un tipo cruzando el mar de un continente a otro para buscar la huida o la posibilidad. ¿Te has puesto en la piel de ese tipo que pasa penurias por cruzar una frontera? ¿Te has imaginado que tú vida es esa y no la tuya? ¿Te pertenece de verdad tu vida? ¿De verdad todo lo que tienes lo mereces? ¿Es eso todo tuyo? ¿ Exactamente qué has decidido de tu vida? ¿Qué de todo esa construcción que es tu vida te viene dada por eso que consideras que es tu mérito? Si no hubieras nacido dónde naciste, si tu madre hubiera sido de otro modo, si tu padre no hubiera tomado determinadas decisiones y tu profesor y tu mejor amiga te hubieran enseñado otro grupo, si aquella novia hubiera resaltado otras características de ti, si las cosas hubieran sido distintas en la universidad, si toda esa enorme construcción social hubiera sido opuesta sería tu vida como ha sido, te hubiera dado el mundo y eso que asumes como destino esa vida que asumes que es tu vida, sólo tuya. Honestamente, creo que no.


2 comentarios:

cayoyin dijo...

Directo al centro.

Emi dijo...

Clap, clap, clap..!

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