Mira hacia adelante y ve la multitud. Está acostumbrado porque la cantidad de veces que ha estado ante la multitud ya son incontables. 30 años de carrera, largas giras con infinidad de paradas en cientos de ciudades del planeta. Auditorios de diferentes tamaños, masas de distintas cantidades, lenguas, incluso etnias y religiones. Mira la multitud y sin embargo, a pesar de que es casi una costumbre, le sigue resultando enigmática. La multitud para nada es un ente. No es un órgano, no es una vena. La multitud parece casi uniforme desde ahi, pero sabe de sobra que no lo es. Cada individuo que forma eso que tiene antes si viene de un lado distinto, movido por algo completamente diferente que los que tiene al lado. En el mejor de los casos es un fan, en el peor un crítico desganado. El enigma de la multitud, en cierta manera, ha sido una forma de motivación. Intentar desentrañar ese enigma ha sido también parte del empuje a segur, incluso, componiendo. Sin embargo por primera vez siente algo que desconoce. No es agotamiento, o sensación de invalidez. Esta vez la multitud parece, como él, exhausta, movida ya por otros códigos. Están ahí, puntos de colores, formas de pelo que no se distinguen, alturas, movimientos dispersos que no terminan de conjugarse, ojos desconectados de caras, formas de cuerpo que no se distinguen. Avanza el primer estribillo de la novena canción, aun falta más de la mitad del concierto. Siente, de repente, ganas de parar, pero la multitud no entendería, y sería incomodo, extraño. Cuando está ahi de alguna manera deja de ser él, también desaparece su individualidad, lo que quiera que eso signifique. “Me debo a mi público” dicen los endiosados. Puede ser que él también, pero sobre todo es el temor a hablar, a justificarle a esa masa porque se para todo de repente y tampoco es cuestión de irse, entiende el enredo legal que eso conlleva. La multitud está desmotívada, quizá porque él también lo está. Afuera el mundo arde, ¿quién puede ser ya ajeno a eso? Por otro lado la maquinaria del dinero se ha metido en esta industria y también ha ido robándole el alma a lo que ahí sucedía. El dinero ganó, y del dinero es imposible huir, hagas lo que hagas está ahí, pendiente, vigilando, marcando. La novena canción avanza hacia el final. Esa canción compuesta en un dia lejano, unos acordes sencillos que dieron paso a una letra enredada, que costó hacer, porque no cuajaban las frases. Había algo que contar que no terminaba de salir, y ahora, años después ahí suena, en medio de la multitud. ¿quién es ahora el dueño de eso que suena? ¿El que paga o el que la ejecuta? Quizá a nadie, quizá se pertenezca solo a si misma. Y decae lenta, en esos acordes finales. La multitud mira, aplaude y afuera, el mundo sigue su curso: nadie debería estar aqui, piensa, mientras niños inocentes siguen siendo asesinados.


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