martes, agosto 10, 2021

Humedad

 La humedad se nota en la frente y en la espalda, que transpiras constante. La luz del día, que está empezando, es confusa. Amanece, pero no termina de amanecer. El cielo está espeso y plomizo. Hace calor para ser tan temprano. Desde la ventana veo un pequeño barco muy cerca de la orilla, no sé qué pescan, pero apenas se mueven. El mar no parece el mar, parece un lago. No hay olas, no hay movimiento. La quietud es potente, y se multiplica por la sensación que da el cielo de quietud también. La luz grisácea está estática, la humedad casi se puede tocar. No hay ruidos, porque da la sensación que el cielo cubierto y esa humedad detienen las reverberaciones y hacen de enorme caja acústica. No pasan pájaros y el único ser vivo que comparte ese instante conmigo es un gato que pasa por debajo con una cautela extrema, le sospecho de caza. Las montañas que perfilan la costa no se ven, el cuadro es difuso, como si la mañana no hubiera completado de  dibujar el paisaje. En el mar, el pequeño barco pesquero sigue quieto, durante todos esos minutos todo parece detenido, como si se hubiera congelado un instante: ¿es así el no tiempo? Juego mentalmente con la posibilidad de que el tiempo este haciendo cosas raras y que sea yo el único testigo de ese instante que es un segundo adormecido. En cualquier momento, sé, que todo esto arrancará. Aparecerán nuevas figuras en el mar: otros barcos, las corrientes en movimiento. También que los ruidos de las calles vecinas empezarán a percibirse y que incluso el cielo espeso, comenzará abrirse, pero mientras llega, tengo la sensación de estar viviendo una anomalía: el testigo de algo insólito. No hay brisas, no hay ráfagas, no hay movimiento. Es un momento estático. Tampoco yo parezco estar, en cierta manera no soy, me alejo de esa cosa que forme el "soy". Estoy ahí quieto, tampoco yo tengo movimiento ni ruido. Pienso, sin ningún atisbo de morbo o terror, que quizá eso es la muerte: esa hermosa apabullante quietud. Lo único que parece en acción en todo ese instante es la humedad. La humedad se desplaza, se la nota. La piel lo percibe. Es un amanecer de un día de bochorno, estamos en medio de un verano indescifrable. La luz grisácea da a todo un halo de irrealidad. "¿Y si aún no he despertado?" pienso unos segundos, y es ahí cuando me doy cuenta que, ajeno a mis designios, la mente sigue haciéndose preguntas, pero poco me importan en ese momento las respuestas, porque las respuestas, sospecho, están en la humedad. La humedad como una masa que piensa ese instante. Es ahí cuando el pequeño barco se pone en movimiento, el sonido del motor llega comprimido, como si sonara metido dentro de una caja de madera. Es un sonido cercano y extrañamente lejano a la vez, es impreciso porque llega amortiguado pero impoluto. Nada se interpone entre ese sonido de motor y mi oido. Me doy cuenta, entonces, que ese instante de tiempo de circulación rara se está terminando o quizá se quede ahí, entre nosotros, para siempre. 

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