No sé en qué momento sucedió. Sospecho que fue paulatino, suave, inapreciable, como todos los grandes cambios, como todas las grandes transformaciones. Durante muchos años, cada mañana generalmente, lograba escribir un texto. Muchas veces ideas divertidas o juegos que transcribía rápidamente, casi como si fueran dictados. No perdía tiempo ni en corregir, había una urgencia. Yo debía trasladar a palabras aquel texto. Había placer, mucho placer. Muchas veces me ponía musica y me ponía a teclear. Lograba un estado casi hipnótico, sospecho parecido a lo que buscan los meditadores. Había una conexión bastante directa entre lo exterior y lo interior. No había tanto una intención artística como si expresiva, que aunque puedan parecer lo mismo, no lo son. El arte busca comunicar, creo. Cuando buscas expresar básicamente lo haces para comprender lo que no logras comprenderte. Ese transcribir, porque no quiero llamarlo escritura, sino mas bien transcripción, me ayudaba frecuentemente a entender otras cosas, también se quedaban en la zona de lo abstracto, pero de otro modo. Sin embargo esa facilidad para transcribir, que se había vuelto casi un rito diario, de repente se fue diluyendo. No percibí el cómo. Mis rutinas cambiaron al nacer mi primera hija. Las mañanas empezaron a tener otro ritmo. Dejé, claro, de ser yo mismo mi centro de atención para mover ese centro hacia mis hijas. Disfruté y disfruto profundamente de la paternidad, digamos que deje de transcribir para cuidar y educar. No me gusta del todo la palabra educar, tiene connotaciones positivas pero alguna negativa. Educar también es interferir. Me gustaría haber dado herramientas a mis hijas para descubrirse, porque al final se trata de eso, no tanto de educar sino de ayudar a descubrir. Mis hijas son ellas. Son hermosas. Mis hijas me han regalado la felicidad. La felicidad plena. Entendiendo la felicidad como un accidente, como una forma casual (o causal) del caos. Ese fragmento atómico que se presenta ante ti, invisible y abstracto. Entonces creo que se fue diluyendo ahi. Yo escribia (transcribía) para comprenderme y pase a transcribirnos. Dejé de ser yo, con toda la satisfacción y plenitud que eso conlleva. Desde hace mucho tiempo, otra vez, merodeo el intento de volver a transcribir. Porque es el proceso en el que mejor comprendo, si es que hay algo que comprender.
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