Yo no sé escribir de manera netamente autobiográfica. Para ser honestos habría que decir que yo no sé escribir, pero ese tema sería conveniente tratarlo ya en otra autobiografía. Pero el hecho de ser escrupulosamente autobiográficos me resulta muy complejo cuando escribo aquí, en esto que se parece a una forma extraña de diario. Ayer leí un librito de una autora francesa que sí lo es. De hecho las tres cosas que he leído de ella son libros netamente autobiográficos; y me llama la atención o me abruma un poco. Porque no sé cómo se hace eso. Primero ser preciso en la narración de lo que sucedió en tu vida o de lo que está sucediendo. Segundo dónde poner el foco en un punto concreto de eso que se narra. Si narro, por ejemplo, los primeros meses de mi relación con M o la historia de alguno de los grupos de música en los que he estado, tiendo a perderme en detalles que no son del todo autobiográficos; pero eso no es una elección, simplemente la realidad se me transforma en otra cosa cuando me pongo a describirla o a contarla. Por supuesto que en este espacio he contado cosas autobiográficas, pero se distorsionan o se alteran un poco a su antojo mientras las voy transcribiendo. Ni siquiera yo decido del todo en qué momento empiezan a no ser lo que fueron para ser una cosa nueva. Una cosa nueva que tampoco lo es del todo, porque aunque, como rezan esos carteles antes de las películas, Cualquier parecido con personas reales (vivas o muertas) o con hechos reales es pura coincidencia, lo cierto es que, aunque alterado, distorsionado y sin semejanzas; la alteración termina dando un resultado muy parecido a lo que sucedió. Por ejemplo, en este espacio, he hablado de asuntos de mi padre, de asuntos de enamoramientos post-adolescentes o eventos puntuales, que finalmente terminan trasmitiendo algo en lo que me identifico plenamente y en lo que soy capaz de reconocer el hecho real tal y como fue. Supongo que en eso radica el encantamiento de la ficción: en que el hecho ficcionado, por exagerado que sea, se superpone con nuestra realidad. La ficción también es autobiografía. Porque es una capa profunda de lo que somos o de lo que fuimos. La ficción también sucedió, por decirlo de algún modo. En ese libro que leía ayer, la autora hablaba de un proceso de celos que la carcomió durante meses. Yo sufrí, a los diecinueve años un proceso muy similar. Mi primera novia "formal", por llamarlo de algún modo, me había dejado por un tipo que nunca ví y mi obsesión con aquel individuo era francamente parecida a la que narra la autora. Ese desierto que transité durante algunas semanas o meses, era abrumadoramente semejante. Pero si hiciera el ejercicio, jamas lograría ser tan preciso conmigo mismo. Seguramente trasladaría asuntos de la realidad, evocaría cosas concretas, pero me costaría ser verídico o real.No por huir del recuerdo o de mi mismo, sino porque el proceso de escritura me lleva por otros recovecos. Disfruto esa bifurcación. No soy escritor, pero cuando escribo, disfruto del acto de escribir en sí, porque verdaderamente se me desvelan cosas Cambiaría escenas y sobre todo me centraría en procesos más abstractos que la escritora francesa. Hablaría o describiría, sobre todo, aquella tarde de sábado dos semanas después de que ella me había dejado. Porque aquella tarde fue una cumbre en ese proceso Me costaría ser preciso o veraz con aquella tarde, pero si escribiera como la escritora francesa, esa tarde sería idónea para ser autobiográficos. De hecho, a partir de este punto, voy a intentar serlo. Intentaré ejercitar la autobiografía con aquella extraña tarde.
TARDE DE SABADO
I me ha llamado a media mañana. Una semana antes de que me dejara habíamos hablado que necesitaba encontrar un trabajo. Las cosas en mi casa estaban en un estado muy deteriorado. Mi padre se había sumido en un silencio que no supimos interpretar como una profunda depresión y no trabajaba. En casa no entraba dinero y la decadencia iba avanzando por minutos en el hogar. Mi único ancla con el mundo externo era I, pero I, eso no lo supe hasta muchos después, se sentía fatigada de mi, pero sobre todo de mi mundo. Aquel día I me dijo que una amiga de su madre estaba montando un pequeño parque de atracciones infantil cerca del Centro Comercial El Paseo, en un solar que había detrás, que durante mucho tiempo había sido un parking de esos de los que te dan un ticket en mano. Para el modesto parque de atracciones iban a necesitar gente joven que quisiera ganar algo de dinero estando cinco o seis horas pendientes de algunas de las atracciones y que porqué no íbamos los dos a trabajar ahí. I me dejó una semana después de aquella conversación, pero I me quería, no como yo quería que me quisiera, pero me quería y sentía mucho cariño por mi familia, sospecho que por mi madre, no tanto por mi padre. Así que cuando se activó el pequeño parque de atracciones de la amiga de su madre y se necesitó de jóvenes para arrancar la actividad, pensó que, aunque acabábamos de dejar de ser pareja, me vendría bien empezar con eso.
La llamada ha sido fría, porque teme que yo de nuevo me ponga melodramático y triste. Como las dos veces que nos hemos cruzado después de la ruptura. Me ha informado que la actividad arranca y que si quería el trabajo estuviera a las 3 P.M en el recinto. De más está decir que a mi el trabajo en ese estado en el que llevaba sumido medio mes me daba absolutamente igual. Pero la cita me parecía una oportunidad perfecta para volverla a ver, para tenerla cerca, para hacer algo con mi desesperación. Entre todos los síntomas que sufro estas semanas la desesperación es de los más acentuados. No hay vinculo entre lo emocional y lo racional. Quiero verla, pero no sé para qué quiero verla. Las dos o tres veces que la he visto he salido más dañado, más afectado, más desesperado. Quiero verla porque hay algo en el proceso psicológico muy poderoso que desconozco que quiere tenerla enfrente; pero verla me resulta doloroso, insoportable, porque me hace más consciente de la distancia que hay. Eso es algo que desconozco hasta ese momento, puesto que es mi primer desamor y además en un momento en el que mi vida está absolutamente desmoronada. Todo se derrumba para ese joven de 19 años. Su vida familiar, su futuro, su vida sentimental. El mundo carece de sentido, se ha vuelto un lugar doloroso. Y verla me hace consciente de que la distancia entre dos cuerpos puede llegar a ser mucho más profunda que la distancia física y medible. Cada vez que veo a I veo galaxias, agujeros de gusano, dimensiones paralelas, pasillos galácticos que separan ese metro que hay entre mi cuerpo y el suyo. Verla de cerca es verla frente a mi pero a millones de años luz. Su olor, ese olor que tantas veces había sentido tan cerca, de repente era un olor que me pinchaba muscularmente. Su olor, y de eso se ha escrito mucho, tenía un poder sobre mi indescifrable. Ese olor, que había sido el origen de sensaciones de amor o sexualdiad, ahora era dañino y cuanto más lo sentía, cuando más olía su olor, más dolencias padecía, como si mis órganos se contagiaran de una temible enfermedad. Estaba ahí, frente a mí, y sin embargo era inaccesible. Cada parte de su cuerpo que en algún momento me había excitado, que había sido parte del juego físico en nuestra relación, ahora eran el motor que producía un sentimiento atroz. Sus labios, mientras hablaba, los veía más hermosos y carnosos que nunca y sin embargo ya no podía sentirlos, me habían sido negados y esa negación era dolorosa y terrible. Sus manos que había sentido sobre mi cuerpo jamás me volverían a tocar. Cada parte de su cuerpo, cuando la había vuelto a ver, eran el origen de un nuevo desasosiego, de una nueva negación. Su órganos, su piel, su presencia, eran crueles, porque ya no eran accesibles. Entonces ¿Por qué la quería ver esa tarde de sábado a las 3 P.M? Si lo que iba a encontrar era ese cumulo de órganos y piel que emitían la mayor de las crueldades a las que había sido sometido: la negación, lo inaccesible ante mi. El ser enfermo de desamor no vive bajo la lógica o la realidad del que no está bajo las dolencias de ese virus. Es una enfermedad parecida a la adicción. Sabes que ese es el origen de tu tragedia, pero necesitas una nueva dosis, saberla cerca. Así que aquí estoy. Una tarde de sábado de un calor infernal en medio de Barquisimeto, Venezuela. Cruzo la puerta de ese recinto extraño. Hay algunas atracciones pequeñas esparcidas por el terreno, intuyo que el parque, bastante modesto, va a ser para uso muy infantil de niños de no más de cuatro o cinco años. Al fondo hay construido un barracón en el que hay un letrero que pone oficinas. Entiendo que es ahí donde debo presentarme. Miro a los lados. No hay nadie fuera. La explanada está vacía, las atracciones aún no están encendidas. Avanzando por el terreno sintiéndome una especie de cowboy triste en medio del oeste. Entiendo que he sido el primero de los citados en aparecer. Miro hacia afuera esperando ver a I aparecer, pero no la veo venir calle arriba, desde la avenida de Los leones por la carrera 2, desde donde debería llegar. El calor es insoportable y tengo ganas de no estar ahí, pero para ganar tiempo entro en la oficina para presentarme y recibir instrucciones. Hay dos mujeres muy arregladas, muy maquilladas, con aspecto de no tener que depender del parque para vivir. Me presento, digo que vengo de parte de I. Hablan bien de I. "La queremos tanto" dice una de ellas. Me dicen que estaré a cargo de algo que llaman "El Lago". Me explican que son dos barcas que navegan sobre una piscina, las barcas tienen la forma de dos cisnes muy coloreados, la piscina está en la pequeña carpa a la entrada del parque. Me explican que está cubierta para que no se deteriore y que no se llene de todo el polvo del parque. Me explican que debo montar a los niños y darles vueltas por la pequeña piscina imitando un paseo en barca por un rio, "Por el Danubio" dice la más habladora. Me explican la metodología con las fichas, mi horario (que incluye todos los fines de semana y tres tardes entre semana) y el sueldo, que es muy bajo. No hay contrato ni nada que se le parezca. Me desean suerte y que al final del día se hará una reunión en la oficina para ver y comentar qué tal ha ido esa primera jornada: "¡Bienvenido a BarquiPark!" (aquí invito el nombre. primero porque no lo recuerdo bien, pero no debe andar lejos del original) me dice las más teñida, y que ha hablado menos, con euforia. Camino hasta la carpa y me quedo en la entrada. Miro al interior. La piscina es minúscula, las barcas son multicolor con unos rosas fosforescentes que ciegan, flotan tristes sobre un agua recién echada. Hace tanto calor que en algún momento pienso que lo mejor seria usar la absurda piscina de plástico para refrescarse y cobrar las dos fichas que cuesta el absurdo paseo por un gratificante y necesario remojo. Me quedo en la entrada desde donde puedo ver la entrada al parque. Veo que van entrando otros jóvenes. Algunos van entusiasmados de momento parezco el empleado menos motivado. I no aparece y empieza a sospechar que I no va a aparecer. También empezó a especular donde puede estar I a esas horas. Durante algunos minutos me dan ganas de prenderle fuego a todo. No soy pirómano, no soy violento, pero siento un rechazo profundo por el parque, por las dos mujeres y por todos los jóvenes que van entrando para trabajar ahí. I no aparece y entro en un proceso de angustia intenso. Vuelvo a pensar en una de las frases que me dijo cuando le pregunté si me dejaba por otro: "Y eso que mas da". En como fui recabando información sobre el individuo que ahora estaba con ella. Miro el reloj y calculo que me quedan seis horas para terminar mi primera jornada ahí. I sigue sin aparecer y comprendo que nunca aparecerá. I me ha dejado por un tipo mayor que yo, que tiene coche, que es de familia adinerada. Todo eso me invade en la puerta del "Lago" bajo un calor insoportable. Sigo especulando con I. ¿Dónde puede estar en ese momento? La imagino follando en el coche de ese tipo que no sé cómo es. La imagino teniendo su miembro en la mano, moviéndolo lentamente mientras le besa. Él está excitado. La ha llevado a comer a algún lado y a la salida se han manoseado en el coche que estaba aparcado en un lugar apartado. Se han besado, se han dicho frases que solo se dicen bajo ese estado enloquecido de la excitación. Ella le masturba esperando que este muy excitado para que la penetre en el coche. Él le baja la fald como puede en la parte trasera del coche, le dice que tiene muchas ganas de follarla y ella cierra los ojos. En la puerta de "El Lago" aparecen los primeros clientes: una madre con su hijo de tres o cuatro años. Me entregan las fichas, yo no puedo ni hablar. Cojo al niño casi temblando y le acomodo en la barca. Lo muevo por el Danubio, lo hago viajar por el Sena, por el Támesis. Me imagino aguas agitadas, violentas. El agua suena, hay una musica de fondo por todo el parque. Hace un calor espantoso. Sigo imaginando esa hipotética escena en otra rincón de la ciudad. Él la ha ido desvistiendo, le ha bajado las bragas y está a punto de follársela. Tengo ganas de ponerme a llorar o de gritar, pero sobre todo de salir corriendo. La madre del niño me mira amable y me da las gracias. Me ayuda a bajar al niño de la barca. Salen de la carpa. En ese momento me viene la cara de I cuando está a punto de orgasmar, esa cara que yo había visto tantas veces. Sé que I no vendrá, sé que yo no puedo seguir viviendo en Barquisimeto. Sé que este dolor algun día se pasará, pero que la travesía va a durar meses. Salgo de la carpa, me pongo a andar. No miro para atras. Empiezo a correr. Oigo la música que suena por todo el parque. Salgo del parque corriendo. Corro como si me aliviara algo. Corro como si correr evitara el dolor. Corro más de un cuarto de hora. Subo la Avenida Lara mirando los coches que van a un lado y otro de la avenida a ritmo veloz. Cada uno con un destino, cada uno con una vida que yo no tengo, porque aún no sé qué es exactamente mi vida. Esos coches buscan destinos porque los tienen, yo corro sin saber a dónde voy. Pienso en las dos mujeres en la oficina dándose cuenta que no hay nadie en el "El lago" y sigo corriendo pensando que a esas horas I ya ha orgasmado o quizá está lamiendo con generosidad el pene de ese tipo que no sé cómo es. Todo esto es fantasía o no, pero todo eso es dolor o delirio. Porque los celos tienen sobre todo mucho de locura.
No recuerdo mucho más de esa tarde. Creo que llame a ER, creo que bebimos. Seguramente me invitó, porque yo no tenía ni dinero para beber. Creo que no le conté a nadie aquella tarde. Me sentí a veces algo culpable de abandonar aquel puesto de trabajo. Creo que me sentí solo cuando llegué a casa con mis padres y D ya dormidos. Creo que no he vuelto a sentir jamás eso y creo que ese día, de alguna manera, volví a nacer.