lunes, abril 02, 2012

Vigilante

 En la caseta hace calor. También hace calor fuera, pero el calor de la caseta es distinto. El calor de la caseta da sueño; el de fuera coleriza. Hay poco que hacer y todo da sueño. A veces cuento entradas y salidas. Por aquí pasan los vecinos que caminan y los de los autos. Es decir, todos los accesos están junto a la caseta. La puerta al conjunto residencial es común, por eso no se necesita dos vigilantes. Los turnos son largos. Muy largos. A veces las doce horas parecen más de doce horas. Si tienes el turno de día, de seis a seis, el día se bifurca en días. Si tienes el de noche, la noche es inmensa, porque siempre es la misma noche y se juntan varias noches en la misma noche y sólo, cada espacios indeterminados, entra o sale algún vecino enigmático. De día ves la salida al trabajo, los chicos al colegio, el ajetreo matutino y la repentina quietud de la media mañana. Saludas amable y anotas alguna incidencia. Casi nunca hay, pero anotas algo en el cuaderno. Incluso un simple: "Sin incidencias" A media mañana como algo. Hay una chica que trabaja en el 4-D que viene y baja algo de almuerzo. Entra en la caseta y me da comida como si me diera droga y sonríe. Me dice que la señora para la que trabaja es estricta. Yo le pongo cara, sé quien es, nunca saluda al pasar por la caseta. La chica me da comida y conversa un rato. Me dice que la vida en el 4-D es aburrida. A veces, sólo a veces, sólo si el día y la tranquilidad de la residencia lo permiten, entramos en el baño de la caseta y hacemos el amor. Entonces ella, siempre, se arrepiente y sale corriendo. Entonces arranca otro tramo del día. A veces charlo y fumo con el jardinero. Habla y me cuenta anécdotas como si no hablara conmigo, en realidad el jardinero parece ausente.  De día el turno se hace largo, porque después de comer da sueño y en la caseta hay dos sillas y a veces me siento y lanzo los píes a la otra silla y se me cierran los ojos pero tengo que batallar para no quedarme dormido y entonces consumo unos minutos eternos en los que quiero dormir y no duermo. Hasta mediodía no sucede nada. A mediodía sale, siempre, el tipo que tiene la pick-up, sale incendiado pero siempre se detiene, de un frenazo, en la puerta y me mira, a veces se baja. Me dice que va a salir, pero que esté pendiente de la entrada, que hay unos tipos que le andan investigando y que se ponen a vigilar fuera, en la calle. Yo nunca los veo, y en realidad, creo que no existen, pero el tipo de la pick-up vive y actúa como si hubiera cientos de tipos persiguiéndole e investigándole. Luego se monta de nuevo y sale acelerado y se pierde. A veces llega un tipo, un tipo que de lejos parece joven y cuandos e acerca te das cuenta que es de plástico, como si su piel no fuera real, porque brilla y está pegada de un modo extraño al músculo. Me dice que avise en el 9-C y toco. "La buscan" digo siempre y ella siempre pregunta:"¿Quién? y entonces le miro y el siempre dice: "Tulio" y a mi el nombre de Tulio me resulta extraño, un error, pero digo"Tulio" y la mujer siempre cuelga sin decir nada y algunos minutos después aparece por el portal de la torre B y Tulio y yo la vemos venir. Y pienso en Tulio y en la mujer. Ella parece antigua, como si no viviera en nuestra era y creo que Tulio piensa eso mientras la ve venir. Ella nunca saluda. Nunca. Ni a mi ni a Tulio. Simplemente le mira y le dice que está loco: "No vengas más", pero al final Tulio sube a su casa. Y hora y media o dos después Tulio sale y al pasar por la caseta se despide y me dice: "Muere callado" Y yo moriré callado porque el marido llega, siempre a las seis, cuando cambiamos el turno y nunca saluda y pasa de largo.

 Por la noche es otra cosa. Por la noche sólo salen los mismos pero modificados. Los chicos del 6-A o la mujer del 9-C. Salen y horas después llegan. Algunos vuelven borrachos, otros no vuelven. Algunos van y vienen y salen varias veces en la misma noche. Algunos miran desde las ventanas y a veces me miran desde sus ventanas a la caseta y les miro allí, como sombra en la ventana y no parecen reales. Miro y pienso:"Esa es la chica del 7-C" y la veo mirar por la ventana como si mirara a otro mundo, como si no me mirara a mi, ni a la caseta sino a un lugar que existe en otro punto del planeta. Por la noche algunos se paran y se sientan en la caseta y charlan conmigo. Me cuentan lo que les ha pasado fuera, de donde sea que vienen, a veces beben un poco más, como si la caseta fuera la barrera de regreso. A veces pierdo la cuenta porque veo salir a algún visitante que vi entrar dos noches antes y se van como si apenas llevaran unas horas. A ratos, ratos largos, no pasa nadie. Nadie entra y nadie sale. Y se queda el conjunto residencial callado, como si en el fondo, todo el mundo, hubiera olvidado salir o hubiera olvidado entrar. A veces veo a la chica del 6-A que la traen y la dejan en la puerta y se besa en el coche con un tipo más mayor y ella entra y me saluda mirando al suelo y pienso en ese día que me cambien de sitio o los turnos y las noches sucedan en otra caseta y cuando lo pienso me enciendo un cigarro porque sé que jamás la volveré a ver.

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