sábado, abril 14, 2012

La batalla

 Su principal problema siempre era la primera frase. En cierta manera más que un problema era un temor. La primera frase era terrorífica, y ahí estaba el destino de su carrera literaria. Ese peso, esa carga de tener que poner una primera frase, marcaba todo lo demás. Pensaba, quién sabe si con razón, que de no necesitar la primera frase o de ser un buen primerfrasecista, su universo literario hubiera cogido, inevitablemente, otra dirección; seguramente más acertada, pero cada primera frase que escribía, sentía que ya todo quedaba enquistado, atravesado por esa superfluidad, por esa languidez forzando intensidad, por esa falta de honestidad. Para él, en la primera frase, no había posibilidad de ser honesto, ese era el problema, no sabía ser honesto en el arranque. Ya luego sí, ya luego todo daba igual, pero el aroma nauseabundo de lo escrito de arranque, marcaba el olor de todo lo que vendría después. Trató de huir una y mil veces de aquel temor y nunca logró deshacerse de tener que arrancar, de tener que enfrentar ese animal, de tener que disparar la primera bala. El temor del que tiene un rifle y dispara con los ojos cerrados: la ventaja inevitable que tiene el otro ya a partir de ese disparo dubitativo. La agonía desde el primer segundo.

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