Nadie lo creería dicho así, sin aportes científicos. Pero el alma no es mas que un gas con poco olor. Esto posiblemente tiré abajo muchas creencias, muchas formas de vida, muchas esperanzas y muchos egos, pero el alma, esa a la que cargamos con tantas penas, con tantas historias, no es mas que un gas. Lo sé por ella, por aquella tarde en su casa, por aquella cita que terminó en su sofá y por aquel beso. Lo habíamos pasado tan bien. Hacía frío en la calle y habíamos quedado a comer y luego tomamos café en aquella mesa pegada al cristal que daba a la calle. Y luego íbamos caminando y paseábamos cerca de su casa y el cielo estaba gris y llevábamos la bufanda apretada y los abrigos abrochados, pero yo me había dejado los guantes y nos estábamos llevando tan bien y había tanta química (La palabra, ahora lo se, no es gratuita. Gases que entran en contacto y reaccionan), que ella me dijo que si subíamos a su casa, que estaría calentita. Entramos puso un disco de algo que parecía bueno pero que terminó siendo aburrido. Uno de esos discos que sueltan dos canciones épicas a las primeras de cambio y luego ocho de poesía de medio pelo. Entonces ella silbó y yo noté algo raro, un olor a globo, a gasolinera y la noté mas flaca, Bien mirado los pómulos mas huesudos, menos elaborados, en las manos mas piel y menos cuerpo. Luego me besó y noté un silbido desde atrás, como los globos pinchados pero que no se deshinchan de golpe sino poco a poco y hacen ruido de trompeta y me dijo algo que no comprendí porque su voz se hizo grave como la de un robot del siglo 27 y, honestamente, se volvió tremendamente fea. Entonces noté poco mas, sólo que me decía entre sonidos de trompeta y un olor como a butano: "Me quedo sin alma. Se me va el alma, amor" y se deshinchó del todo y se quedó aplanada y ausente de gestos y emoción en el sofá donde nos estábamos besando. Y sentí un pinchazo en el alma, un dolor, un punzón, una aguja y noté, claro que lo noté, que perdía peso y que perdía la forma y dije su nombre en voz alta y mi voz fue grave y también me quedé planchado, a su lado y en el último vestigio de alma, en el último gramo de gas a punto de irse de mi, encontré fuerza y cogí su mano y me fui hinchando de nuevo, volví a mi forma, me volvió el alma. La besé así, planchada, pero no reaccionó, pero el esfuerzo me daba aire y me hinchaba el alma y la volví a besar con emoción, con euforia aunque no conseguía nada y tal era mi esfuerzo que la besé y la besé y ella nada, pero yo me hinchaba mas, cada vez mas y si, claro, salí volando de allí y por eso lanzo este papel hasta tu terraza. Mira hacia arriba:
¡¡Ayúdame a bajar!!
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