sábado, noviembre 04, 2006
Desayunos
Las cosas en seguida se hacen habituales, rutinas. Un día entré a comprar tabaco y me dí cuenta que había una nueva dependienta encargada de las dos mesitas pequeñas al pie de la ventana donde se servia café y algo para comer. Al final era el único lugar donde sentarse a tomar algo con calma en toda la zona y desde aquel dia decidí que pasaría un cuarto de hora al dia allí desayunando, yo que nunca fui de desayunar. Y así diariamente entraba, me sentaba, siempre que estaba libre, en la mesa que estaba en el fondo, se acercaba, le pedía el café y un sandwich caliente de jamón y queso que estaba delicioso. Volvía con la bandeja, lo dejaba todo, incluido un vaso de agua que yo nunca pedía pero que siempre bebía y se daba la vuelta a atender en la barra a esa gente que pedía pan o tabaco como yo la primera vez que la ví. Así fue un dia tras otro, todos los dias de diario. Un saludo que se iba haciendo algo mas calido con el paso del tiempo, luego ya no pedía ella me saludaba y sin pedir me traía el desayuno, un dia hablamos del tiempo, otro día hablamos de lo maleducada que era la gente a propósito de una escena que se vivió en el local. Fuimos hablando pero sin excesiva cercanía. Una mañana entré y no estaba, no pregunté, una chica que nunca había visto se acercó y tomó nota de lo que quería, al dia siguiente tampoco estaba y no entré, el tercer dia miré desde fuera y tampoco. No he vuelto a desayunar allí.
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