martes, septiembre 16, 2025

El cantante

  Mira hacia adelante y ve la multitud. Está acostumbrado porque la cantidad de veces que ha estado ante la multitud ya son incontables. 30 años de carrera, largas giras con infinidad de paradas en cientos de ciudades del planeta. Auditorios de diferentes tamaños, masas de distintas cantidades, lenguas, incluso etnias y religiones. Mira la multitud y sin embargo, a pesar de que es casi una costumbre, le sigue resultando enigmática. La multitud para nada es un ente. No es un órgano, no es una vena. La multitud parece casi uniforme desde ahi, pero sabe de sobra que no lo es. Cada individuo que forma eso que tiene antes si viene de un lado distinto, movido por algo completamente diferente que los que tiene al lado. En el mejor de los casos es un fan, en el peor un crítico desganado. El enigma de la multitud, en cierta manera, ha sido una forma de motivación. Intentar desentrañar ese enigma ha sido también parte del empuje a segur, incluso, componiendo. Sin embargo por primera vez siente algo que desconoce. No es agotamiento, o sensación de invalidez. Esta vez la multitud parece, como él, exhausta, movida ya por otros códigos. Están ahí, puntos de colores, formas de pelo que no se distinguen, alturas, movimientos dispersos que no terminan de conjugarse, ojos desconectados de caras, formas de cuerpo que no se distinguen. Avanza el primer estribillo de la novena canción, aun falta más de la mitad del concierto. Siente, de repente, ganas de parar, pero la multitud no entendería, y sería incomodo, extraño. Cuando está ahi de alguna manera deja de ser él, también desaparece su individualidad, lo que quiera que eso signifique. “Me debo a mi público” dicen los endiosados. Puede ser que él también, pero sobre todo es el temor a hablar, a justificarle a esa masa porque se para todo de repente y tampoco es cuestión de irse, entiende el enredo legal que eso conlleva. La multitud está desmotívada, quizá porque él también lo está. Afuera el mundo arde, ¿quién puede ser ya ajeno a eso? Por otro lado la maquinaria del dinero se ha metido en esta industria y también ha ido robándole el alma a lo que ahí sucedía. El dinero ganó, y del dinero es imposible huir, hagas lo que hagas está ahí, pendiente, vigilando, marcando. La novena canción avanza hacia el final. Esa canción compuesta en un dia lejano, unos acordes sencillos que dieron paso a una letra enredada, que costó hacer, porque no cuajaban las frases. Había algo que contar que no terminaba de salir, y ahora, años después ahí suena, en medio de la multitud. ¿quién es ahora el dueño de eso que suena? ¿El que paga o el que la ejecuta? Quizá a nadie, quizá se pertenezca solo a si misma. Y decae lenta, en esos acordes finales. La multitud mira, aplaude y afuera, el mundo sigue su curso: nadie debería estar aqui, piensa, mientras niños inocentes siguen siendo asesinados. 




martes, septiembre 02, 2025

No hablarse

 Hoy he soñado con la única persona que me he dejado e hablar en mi vida. Muchas veces he pensando en él, le he dado vueltas a esa cosa de dejarse de hablar, que a su vez también es un pacto: como hablarse, como ser buenos amigos, como ser matrimonio o compañeros de excursión. Dejarse de hablar es un acto radical, un acuerdo no hablado, nunca mejor dicho, que rompe la mas esencial de las virtudes humanas: la comunicación. De alguna manera, en dejarse de hablar, hay algo que difumina al otro, al no hablado. No soy muy consciente de en qué momento decidimos seguir ese no volvernos a hablar y con la cadencia extraña de los dias, ya han pasado más de trece años. Trece años en los que no he sabido prácticamente nada del otro. A veces me pregunto si él sabe algo más de mi que yo de él, si ha recibido alguna información ligera sobre mi presente, si tiene alguna idea de las ligeras cosas que acontecen en una vida regular, o por el contrario está como yo: apenas ha vuelto a saber absolutamente nada de mi. Da igual, en el fondo, porque lo radical de esto es que decidimos no volvernos a hablar. Nada. 

¿Sigo firme a esa idea? Ni siquiera lo sé. ¿Rompería el pacto si me cruzo con él por la calle? Creo que sí. No intimaría con él, eso es una decisión casi segura, pero creo que el pacto de ruptura se rompería. Un saludo ligero, un preguntarse cómo estas, y poco más. Lo que descubres cuando dejas de hablarte con alguien, es que en cierta forma, aquella era una relación que no debió existir. CUando dejas de hablarte en el fondo estás diciendole a tu pasado: no debiste vivir esos encuentros, esas situaciones con esa persona. El dejar de hablar a otro es un reclamo a ti mismo: ¿por qué te hiciste su amigo si no lo era? Pero como es algo  que no me ha pasado con nadie mas, a dia de hoy me sigue abrumando un poco la idea de dejarse de hablar. En el momento que arrancó ese silencio entre los dos, me sentía muy herido. No es momento ya de analizar o describir aquello, eso ya da igual.  Las heridas permanecen, por eso creo que aun me costaría relacionarme, tantos años después, con esa persona, pero dejarse de hablar es una forma de fracaso humano, porque la comunicación es la mas esencial de nuestras características: somos seres que se interconectan con el otro. Aunque el no hablarse también es una forma de comunicación, claro. Te estas diciendo mucho. He soñado con esa persona y lo que me ha sorprendido es que no he sentido emoción al verle, que era otra de mis dudas. Cuando te encuentras con alguien del pasado, hay un fogonazo, una especie de viaje en el tiempo. El pasado vuelve transformado en ese con el que te encuentras, hay una emoción, no siempre la misma, porque no todos en el pasado fueron igual, pero hay un encuentro que rompe, en cierta manera, el espacio temporal:¡Aquí estas tu otra vez!. Sin embargo, en mi sueño, al ver a esta persona, no había emoción, ni siquiera un sigiloso nervio. Era un sentimiento casi vacío. Me pregunto si es parte de la distorisión de los sueños o si realmente seria así. Lo que le daría a ese silencio impuesto, algo de razón: no éramos, no fuimos, ni somos, claro, buenos amigos. Y ahi sí, en ese pensamiento si, hay algo de tristeza. 

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