A pesar de ver otros coches pasar al lado esporádicamente, de ver poblaciones en las riberas, la carretera parece una tierra incógnita. La luz a esa hora es tierna y todo parece flotar sobre una manta vaporosa. N recuerda, entonces, viajes de cuando era niño y otro coche y otros conductores avanzaban por otras tierras que ahora las recuerda como tierras lejanas, seguramente también incógnitas. Queda poca luz del día y el silencio es agradable dentro del auto. La niña acaba de despertar y mira la tierra, esa tierra incógnita, donde de vez en cuando se ven siluetas o animales a los lados, en prados, en campos abiertos, en mitad de paisajes solemnes. Cae la noche, lenta, pero aun permanece el día. En realidad, en ese rato el día y la noche están a partes iguales, un acuerdo de luz y tiniebla. Los neones de los sitios lúgubres se encienden ya a los lados, hay camiones detenidos en gasolineras y los hostales vacíos siguen vacíos, allí en mitad de la nada, donde nadie debería dormir. La niña mira el mundo porque apenas lo conoce. La carretera empieza a ser un volátil juego de luces, una metáfora del tiempo, del hombre, del universo. La niña mira las luces venir o las que van por delante, también ve una vaca, una vaca solitaria, una vaca en medio del planeta y ve los restos de una valla publicitaria que ya no anuncia nada. M conduce atenta, viendo ese espectáculo sobrecogedor, casi inconcebible, posiblemente definitivo: el asfalto negro, los autos veloces, las luces rojas, los neones, los hostales, los burdeles, las gasolineras, el transito del hombre en la tierra. Y le dice a N que no llegarán a tiempo que se hará tarde en la carretera y que prefiere no conducir de noche. N consulta el mapa, la ruta. Queda mucho, concluye. Se desvían: entran en una carretera estrecha. Numeración desconcertante, enigmática, jeroglífico para los habitantes del año 3097: AX-108 dirección AX-109. Avanzan en la oscuridad. A los lados la nada o lo que se presupone como una forma descomunal de la nada. Avanzan unos treinta kilómetros. Unas vallas y unas señales oxidadas anuncian el final de la AX-108. A un lado una fábrica les recuerda que aún están en el planeta. "Nos hemos perdido" concluye N. M mira el panel del auto: poca gasolina, tarde. Retroceden, porque en ese momento sólo hay un camino, volver atrás. Las luces del coche revientan en el asfalto. Ya es de noche y la niña protesta, está cansada, tiene hambre. Una señal anuncia gasolina comida y hostal. Da igual, la urgencia de la noche no está para elecciones. Cogen el desvío y ven unas luces en mitad de la noche. Casi como un anuncio religioso, un belén sideral. Detienen el coche en un parking vacío. Salen del coche, N coge a la niña y con la otra mano la mano de M. Entran al restaurante o algo que debería ser un restaurante, no hay nadie, suena un bolero y a N le parece que están en otro país o el mismo país repetido con ligeras variaciones en un planeta remoto, una tierra incógnita. Se acercan a la barra. Un chico joven con uniforme desgastado sale a saludar. Preguntan por comida y cama. Cenan bocadillos y suben a una habitación sorprendentemente limpia. Se ponen el despertador pronto y se duermen casi a la vez. M sueña con arena y luz. N sueña con su padre. La niña sueña una canción que nadie conoce:
1 comentario:
Hermoso. Casi puedo ver a la niña viendo el paisaje por la ventana del coche, mientras cae la tarde, cuya luz revienta, toda, al fondo para hacer de la niña una silueta en esta foto.
CL
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