martes, noviembre 01, 2011
El hombre y el baile
A los cincuenta y cinco tuvo una especie de ilumiación. No fue exactamente una iluminación, porque nadie, jamás, las tiene, pero durante un tiempo masticó opciones vitales y llegó a la conclusión filosófica de que la vida y la manera de existir sólo merecen la pena si se baila, si uno libera los músculos con soltura absoluta, lanza las vértebras a posiciones complejas y dirige la posición de los huesos a posturas imposibles. Fue así como empezó a bailar muchas horas al día. Su única misión vital. Fuera donde fuera, pasara por donde pasara se lanzó a la calle, a la vida, a su existencia, a golpe de baile. Bailó hasta el delirio y murió, evidentemente, en una pista de baile. Su vida, de más esta decirlo, fue asombrosa.
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